De qué modo se vale la naturaleza de unos insectos pequeñísimos para castigar el desaseo


Sobre el cuerpo del hombre viven seres repugnantes, cuando no se tiene el cuidado necesario para librarse de ellos. Hay parásitos muy diversos: los tienen los mamíferos, las aves y los peces; pero el hombre, dotado como está de razón, se halla en condiciones de poder evitarlos. Bastará para ello que sea aseado; y, si por acaso fuese atacado momentáneamente por algunos de esos seres, es preciso que tome en el acto las medidas necesarias para acabar con ellos.

Entre los insectos que parasitan al hombre se encuentran la pulga, la chinche, el piojo y la vinchuca.

La pulga común carece de alas, tiene el cuerpo comprimido, el tegumento duro y brillante, y la cabeza rechoncha; las patas son fuertes y están adaptadas para saltar. La especie que parásita al hombre deposita sus huevos en ranuras del piso, ropa de cama, sillones, etc. Su picadura provoca gran comezón, debido a que el líquido salival de estos animales es irritante.

La pulga de las ratas se caracteriza por la presencia de varias cerdas que forman una V, situadas en el borde posterior de la cabeza. Ésta es por excelencia la pulga que transmite la peste bubónica, porque vive habitual-mente sobre roedores a los que abandona en el mismo momento en que ellos mueren, difundiendo de esa manera la enfermedad con suma rapidez.

Los piojos humanos pueden ser de dos variedades distintas: los de la cabeza y los del cuerpo. El piojo que parásita en la cabeza es muy pequeño; la hembra deposita sus huevos, conocidos vulgarmente con el nombre de liendres, adheridos a los cabellos; la larva pica en cuanto nace, y al transformarse en adulto adquiere un color semejante al del huésped al cual parásita. Al picar la piel produce una lesión cutánea y picazón pronunciada.

El piojo del cuerpo o de los vestidos, como también se lo llama, permanece sobre la piel solamente el tiempo necesario para nutrirse, refugiándose el resto del tiempo entre los pliegues y costuras de los vestidos. Este piojo transmite el tifus exantemático y la fiebre recurrente, con lo cual su presencia se torna verdaderamente peligrosa en caso de producirse una epidemia.

La chinche común busca su escondite en la habitación del hombre, ocultándose durante el día en las ranuras de camas, butacas, cuadros y grietas de las paredes y zócalos. Tiene el cuerpo de contorno ovalado, deprimido, desprovisto de alas, y es de color rojo pardusco. Produce con su picadura pápulas encarnadas y dolo-rosas, y se cree que actúa como transmisora de ciertas enfermedades.

La vinchuca, llamada también barbero, chirimacha y pito, en distintos lugares de América, es muy común en América del Sur. El nombre de vinchuca es de origen quechua y significa “caer con violencia”; se le ha dado a estos animales debido a que durante la noche se desprenden de los techos de los ranchos donde habitualmente viven y se dejan caer al suelo o sobre los enseres domésticos, produciendo con su duro cuerpo un sonido característico. Tiene este animal cabeza alargada, con una porción denominada rostro, aplicada contra la cara inferior; las alas anteriores son bastante rígidas y engrosadas, por lo que se las denomina hemiélitros; las posteriores son membranosas; las patas son largas y corredoras, y el abdomen presenta una zona marginal con manchas de colores. Se alimenta de sangre, y prefiere las habitaciones sucias y mal construidas, en cuyas grietas se refugia durante el día, para salir de noche a alimentarse. La vinchuca transmite al hombre la enfermedad de Chagas, producida por un ser muy pequeño, llamado tripanosoma, que se encuentra infestando a la vinchuca en forma natural. Esta enfermedad, que es endémica en algunas regiones de América del Sur, se trata de combatir enseñando a la gente reglas de higiene de la habitación y aplicando DDT en los ranchos, pues si se lograse hacer desaparecer de ellos la vinchuca, desaparecería la enfermedad por faltar el agente transmisor e interrumpir de esa manera un eslabón de la cadena, de la misma manera que se trata de hacer con el paludismo al matar los anofeles.

Los mosquitos de los lugares templados no suelen ser muy dañinos. Hay muchas especies, algunas de las cuales no pican, como las típulas, grandes mosquitos que viven sobre las plantas. Aun entre los que pican, no lo hacen todos; los que tienen las antenas como plumas son inofensivos; éstos son machos, que se nutren únicamente de vegetales; los que carecen de esos apéndices son las hembras, que nos pican para chuparnos la sangre.

Es conveniente conocer la diferencia que existe entre el cúlex y el anofeles. El cúlex es el mosquito común, molesto pero inofensivo, que se posa colocando su cuerpo paralelo a la superficie en que se encuentra; el peligroso anofeles se posa elevando notablemente el par de patas posteriores en tanto que se apoya en las dos restantes, por lo que su silueta resulta muy característica.

El efecto que causa la picadura de algunos mosquitos, varía según la reacción individual de las distintas personas. En algunas sólo produce una mancha rojiza; en otras suele levantar ronchas grandes y persistentes.

Los tábanos no atacan, por lo regular, al hombre, afortunadamente para nosotros. Tienen el aspecto de grandes moscas, de color negro, pardo o gris, que al volar dejan oír un zumbido penetrante. Cuando se les ocurre picar a una persona, demuestran al hacerlo un instinto harto desarrollado. Se posan sobre la espalda, de manera que puedan picar sin que inmediatamente sean descubiertos; y son tan poderosos los instrumentos de que disponen, que perforan hasta las ropas más recias, para llegar a la carne. Cuando atacan a los caballos, se detienen en un punto de su cuerpo en que el animal no pueda alcanzarlos con la cola.

En algunas regiones de África es tal la cantidad de tábanos que se encuentra en ciertas épocas del año, que obligan a las caravanas a desviarse de la ruta, pues el tránsito por esos lugares es un verdadero suplicio.

Entre los insectos más molestos y nocivos para el ganado se cuentan los estros. El estro del caballo deposita sus huevos en el pelaje de este animal, en lugar donde la bestia se haya de lamer de seguro; y, al efectuar esta operación, se le pegan a la lengua, y son tragados después. Permanecen en el estómago del caballo durante todo el invierno; al llegar la primavera abandonan el cuerpo donde se han alojado, agujerean la tierra, y allí se transforman en una especie de moscas.

El estro bovino hace con el ganado vacuno lo que el icneumón con el afis y la oruga, pues abre un agujero en la piel y deposita en él sus huevos. Es tal el horror que al ganado inspira esta clase de mosca, que a veces, por librarse de su aguijón, galopan alocados hasta morir.

El estro de las ovejas es el peor de todos, porque se introduce en las narices de este animal y en ellas deposita sus huevos, y ocurre algunas veces que la larva, después de incubada, se remonta hasta el cerebro de la oveja, y la mata.

Conocida la perversidad de los estros, guardémonos en lo sucesivo de parangonarlos con la inocente y útil libélula, o caballito del diablo.

No se crea que la libélula y el mosquito son los dos únicos insectos que experimentan la sorprendente transformación de volar por los aires, habiendo nacido en el agua. Lo mismo ocurre con otros seres análogos.

Las amas de casa conocen los estragos que ocasionan las polillas. Estos insectos, tan dañinos, pertenecen al orden de los lepidópteros y son, por lo tanto, parientes cercanos de las mariposas multicolores que embellecen los jardines. La mariposa, o animal adulto, no causa daños. Son las larvas las que producen destrozos, pues son sumamente voraces y sacan el alimento de la materia donde los huevos fueron depositados. Entre las muchas especies nocivas recordemos, como las más frecuentes, la polilla de la lana, que ataca los tejidos de este material y las pieles; la polilla de los cereales, destructora de los frutos desecados y los alimentos almacenados, y las polillas de la alfalfa, de la aceituna, de los manzanos, de la harina, de la cera, etcétera.

La lista de los seres nocivos dista mucho de estar terminada. Sus huestes temibles infestan, en mayor o menor grado, todas las comarcas del globo. No obstante, los que hemos estudiado bastarán para que nos hagamos cargo de cuánto cuidado es necesario por parte del hombre para preservar su salud y sus bienes contra los ataques de estos pequeños seres de la Creación.

En otro capítulo veremos que hay insectos beneficiosos, de los cuales se vale el hombre para contrarrestar los estragos de las especies dañinas.