Cómo el hombre se alia con los enemigos de los animales que le ocacionan perjuicios


Los animales todos han de comer para vivir. Por alimento luchan unos contra otros continuamente. Todos tienen sus enemigos que los devoran. Es una verdad sencilla, de antiguo conocida, pero de la cual el hombre no ha sacado, hasta hace poco, todo el partido posible.

Hombres sabios pensaron no hace muchos años que, así como se ha conseguido aumentar el número de anímales que explotamos en nuestro beneficio, protegiéndolos contra sus enemigos, debe ser posible, sí no extinguirlos enteramente, disminuir el número de aquellos que nos perjudican en nuestros bienes o personas, favoreciendo la abundante propagación de sus enemigos naturales; en otras palabras: que es lógico aliarse con los enemigos de nuestros adversarios. El éxito ha confirmado tan atinadas previsiones; y ahora disponemos de un maravilloso recurso contra ciertas plagas de insectos que antes, por su pequeñez y fecundidad, burlaban nuestros ataques.

Difícil es, por cierto, en muchos casos, hallar los preciosos auxiliares; empero, tarde o temprano, la constancia y la atención de los investigadores dan siempre con ellos.

El hombre sabe que los mosquitos, peligrosísimos insectos que en ciertas regiones transmiten el paludismo y la fiebre amarilla, son devorados cuando adultos por los murciélagos, y durante su vida en las aguas, en el estado de larvas, por los pececillos. Empeñado en concluir con los mosquitos para extinguir las fiebres, aprovecha ese antagonismo; establece murcielagares en la vecindad y puebla con mojarritas las aguas de las lagunas no desecables por una u otra razón. Este procedimiento ha dado resultados mediocres. ¿Por qué? Aquí se presenta una segunda y sería dificultad. Los murciélagos, mamíferos insectívoros, devoran toda especie de insectos; las mojarras se alimentan con todas las larvas acuáticas: esto es lo malo, porque cada animal de otra especie que coman, es un mosquito más que se salva. En esta forma se salvan muchísimos, demasiados. Si se alimentaran exclusivamente de mosquitos serían eximios auxiliares nuestros. ¿Qué se debe hacer entonces? Menester es que nuestro auxiliar viva exclusivamente a expensas de nuestro enemigo, esto es, que sea su parásito específico. Hay que buscarlo con empeño; en alguna parte del mundo existe. Debe imitarse en estos casos el admirable ejemplo dado por el naturalista Howard, uno de los más grandes entomólogos del mundo, que fue el creador y perfeccionado!' del método de los auxiliares contra las plagas o método biológico, como se lo denomina en ciencia.

Años atrás, dos especies de mariposillas iban destruyendo la vegetación de ciertas zonas de Estados Unidos de América. Los comarcanos, desesperados por los daños sufridos, exigieron del gobierno medidas de defensa contra la plaga. El Parlamento acordó un crédito de dos millones de dólares para resolver el asunto, que fue confiado a la sagacidad penetrante y voluntariosa de Howard. Este naturalista estudió a fondo los factores de la plaga en Massachusetts; púsose en relación con especialistas de todas las partes del mundo para conocer la historia de esas mariposillas en otros países; y con este enorme bagaje intelectual, mientras sus ayudantes recorrían África, Oceanía y parte de América, él viajó durante cinco años por Europa y Asia, coleccionando y estudiando los parásitos de las mariposillas. En Japón, y también en el Norte de China, cerca de la Gran Muralla, encontró lo que buscaba. En aquellas regiones existen las mismas mariposillas destructoras, pero en escaso número; son, por tanto, inofensivas, sus parásitos, nuestros auxiliares, les impiden propagarse en abundancia y constituir plaga.

Howard, tras haber vencido a fuerza de talento y tesón las enormes dificultades que el transporte a tanta distancia y con medianas o malas comunicaciones presentaba, importó a Estados Unidos 35 especies distintas de parásitos de las mariposillas. Estudió sus costumbres y necesidades, en particular su capacidad de desarrollo y coeficiente de propagación en el clima de Norteamérica; crió aquellos que lo toleran bien, en viveros especiales; y al cabo de algún tiempo, cuando su número había subido a varios millones, los soltó contra las mariposillas se han extinguido en getación fue salvada de esta manera tan sencilla como lógica y admirable. Dos millones costó la obra; muchos más se economizaron con los beneficios que de ella derivan.

Podemos preguntarnos ahora si esas mariposillas se han extinguido en aquel país. No; existen aún; pero ya no pueden dañar, ya no son plagas; existen en escasa cantidad; míster Howard, al importar y propagar sus parásitos, les ha impuesto condiciones desfavorables, límites a su propagación; los mismos que encuentran en Japón y China.

Esto último nos aclara los resultados que este método biológico produce. No se pretende extinguir totalmente una plaga; se quiere reducir el número en proporción tal, que por su escasez, no sea temible.

Veamos otro caso interesante. La Prospaltella Berleszi es una preciosa avispita que se utiliza en Argentina, en Italia y otros países contra el Diaspis, insecto chupador que debilita y seca los frutales. La Prospaltella desova en el interior del cuerpo del Diaspis; sus huevos se desarrollan a expensas de la sustancia de éste. Como se ve, la existencia de la Prospaltella depende de la del Diaspis; si no viviera éste, aquélla no podría existir; no tendría donde poner sus huevos; sus larvas carecerían de alimento; la especie se extinguiría. Ahora bien: las Prospaltellas matan infinidad de Diaspis; con ello reducen al propio tiempo su mismo número, pues les falta luego el necesario alimento para todas. Entonces los Diaspis, menos atacados, vuelven a propagarse abundantemente: a ellos no les falta alimento y no tienen trabas; las Prospaltellas sobrevivientes encuentran de nuevo un gran sobrante de material de aumentación y se propagan abundantemente; cuantos más Diaspis, menos Prospaltellas; cuantas más Prospaltellas, menos Diaspis. Llega un momento en que el insecto plaga y el insecto auxiliar se equilibran, limitándose recíprocamente. El insecto auxiliar dirige, regula y mantiene dentro de límites que nos son favorables, la propagación del insecto plaga.