Una pequeña pero valiente rana roja que no se asusta de nada


Al lado de las ranas que burlan a sus enemigos bajo un disfraz de hoja verde o seca, o imitando un terrón inofensivo, existe otra que se acerca a ellos sin manifestar temor alguno. Las primeras pasan el día en la inmovilidad; ésta, a pesar de sus vivos colores rojo y azul, salta a la luz del sol sin recatarse poco ni mucho. Un naturalista, a quien interesó mucho este caso, se apoderó de dos ejemplares de esta especie, los llevó a su casa y los abandonó a las gallinas. Aunque estas aves solían regalarse con las ranas comunes, se abstuvieron de tocar a las recién llegadas. Por último, gracias a una rigurosa dieta, logró que un ánade intentase coger una de ellas; pero apenas lo hubo hecho, la soltó, sacudiéndose como si tuviera una brasa en el pico. Tan repugnante debió de ser el sabor del animal. He ahí por qué la rana roja es, al parecer, la más valiente entre los pequeños anfibios; es un manjar tan desagradable que no corre peligro alguno, pues su brillante colorido anuncia que no pertenece a las especies apetitosas.

Entre los peces se encuentran también admirables ejemplos de mimetismo, tal el caso del histrio, pez que vive en el mar de los Sargazos y que posee un número de apéndices que semejan las algas que lo rodean, y el lenguado, que presenta una notable adaptación de forma y colorido con el fondo marino sobre el cual se encuentra. Por sor un animal de vida sedentaria que reposa siempre sobre el flanco de un solo lado, constituiría una fácil presa si no tuviese dos medios de defensa poderosos, aun cuando ambos son de naturaleza pasiva. En efecto, el lenguado se torna asimétrico, el costado sobre el que reposa siempre se vuelve plano y de color muy pálido, las aletas se reducen y el ojo se traslada al lado opuesto, presentando el animal, por lo tanto, los dos ojos en el mismo lado de la cabeza. El lado que queda expuesto siempre hacia la luz presenta, asimismo, una extraordinaria facultad de adaptación en coloración y aspecto con el suelo que lo rodea, lo que le permite quedar oculto a la mirada de sus enemigos. Esta particularidad es tan marcada, que si se cambia al lenguado de lugar y se lo coloca en un suelo de aspecto totalmente distinto, pronto su cara visible se asemeja a dicho suelo, luego de sufrir las transformaciones necesarias.

En este caso, como en los anteriores, la Naturaleza ha protegido directamente a los animales. Pero hay casos en los que es el mismo animal el que busca los medios de protegerse. Así ocurre con ciertos gusanos y el llamado cangrejo ermitaño. Este animal posee un cuerpo blando y membranoso, y como medio de defensa se introduce en la concha vacía de un molusco, generalmente de un caracol, y la utiliza como vivienda permanente. Muchas veces sobre esta concha se instala una anémona de mar, la que permite al cangrejo disimular aun más perfectamente su presencia. Hay un pequeño escarabajo que, cuando fabrica su capullo y llega al estado de ninfa, queda, como es natural, enteramente indefenso e incapaz de huir en caso de verse atacado. Pero esta astuta criatura evita el peligro dando al capullo el aspecto de una semilla de escrofularia, lo que le permite pasar inadvertida ante sus enemigos.