¿Por qué no podemos ver todo lo que existe?


Se puede afirmar que hay dos clases de gente en el mundo: los necios, que creen que lo ven todo, y los discretos, que no pretenden tanto. Y es que podemos ver con los ojos de la cara y con los ojos del entendimiento; y a esto aludimos cuando, después que nos explican una cosa, exclamamos satisfechos: “Ahora si que lo veo perfectamente”.

Uno de los mayores sabios que el mundo ha conocido, dijo en cierta ocasión que lo primero que debemos saber es que no sabemos nada; nada, claro está, en comparación con todo lo que hay que aprender. Aunque dijo esta verdad, y otras mucho más profundas, tal vez por ello mismo no pudo evitar su propia condena a muerte, hace más de 2.000 años. Este gran hombre era Sócrates.

Cuando miramos con nuestros propios ojos, y aunque nos hallemos dotados de una vista excelente y penetrante, vemos sólo una parte de lo que tenemos delante: generalmente sólo vemos la superficie de los objetos. Por eso el discernimiento es uno de los signos más patentes de la sabiduría: quiere decir que el hombre penetra hasta el interior de las cosas con los ojos de la inteligencia. Nuestros ojos sólo ven ciertas clases de luz; existen otras que son oscuridad para nosotros, aun cuando nos conste que pueden ser vistas por las hormigas y por los inanimados ojos de una cámara fotográfica, los cuales nos han descubierto centenares de miles de estrellas que los nuestros no han visto ni podrán ver jamás.