¿Cómo saben las aves el camino que deben seguir al migrar?


Sabemos que muchas especies de aves migran, a través de los océanos, a otros países más cálidos a la terminación del verano, y regresan cuando éste comienza nuevamente. Este fenómeno es conocido con el nombre de migración, y es uno de los más curiosos que pueden verse. Decimos que las guía el instinto; pero no nos podemos explicar cómo puede el instinto realizar cosas tan maravillosas. Cuando cruzamos el mar, seguimos el derrotero surcado ya por otros antes; sin embargo, a pesar de que poseemos cartas marinas, brújulas y radar cometemos algunas veces errores.

Las aves, por el contrario, carecen de todo eso, y no obstante, sus vuelos resultan admirables, lo mismo que el instinto que las guía.

Nadie hasta ahora ha podido descifrarnos este enigma: sólo se nos ocurre pensar que tal vez las aves viejas guíen a las jóvenes, cual ocurre entre los hombres, que poseen una memoria privilegiada para todas estas cosas, y es de suponer también que aquéllas estén dotadas de un admirable sentido de dirección.

Sabemos que algunas personas jamás dan con el camino que desean seguir: tuercen a la derecha cuando debieran tomar hacia la izquierda, y al contrario; en tanto que otras, aun cuando no hayan estado en un lugar más que una vez, muy raramente equivocan el rumbo.

Las aves y otros muchos animales son más listos y avisados, en este particular, que los seres humanos. Quizá si tapásemos los ojos a un pájaro y le hiciésemos dar varias vueltas, como hacen los muchachos cuando juegan, recordaría después el número de ellas y la velocidad con que las dio. Nosotros, por el contrario, cuando nos hacen girar con los ojos cubiertos, no sabemos discernir, al detenernos, si quedamos con la cara hacia un lugar o hacia el opuesto. Nuestro cerebro, a diferencia del de las aves, no es capaz de recordar las vueltas que hemos dado.