¿Por qué no vemos en la oscuridad?


La oscuridad no es más que la ausencia de toda luz. Ahora bien, ¿qué nombre damos a la ausencia de todo sonido? ¿Cómo llamamos a ese estado especial de las cosas que nos rodean, cuando no percibimos ruido alguno? Todos responderéis que silencio. En lo sucesivo, vamos a considerar siempre la oscuridad y el silencio como dos cosas análogas: la oscuridad es la ausencia de toda luz, y el silencio, la de todo sonido.

Pero todavía hay más. Puede el éter hallarse en vibración y, sin embargo, no tener sus vibraciones la intensidad suficiente para ser percibidas por la vista. Y de una manera análoga, puede haber en el aire ondas sonoras, sin que tengan la fuerza necesaria para impresionar nuestro oído.

La visión y la audición dependen, pues, ante todo, de que fuera de nosotros ocurran ciertas vibraciones especiales -o sea, la luz y el sonido- y, en segundo lugar, de que podamos percibir semejantes vibraciones. Para ver es preciso, además, que esté presente el objeto causante del fenómeno. La razón de que no podamos ver en la oscuridad es, sencillamente, porque no hay luz, y nuestros ojos sólo pueden ver la luz. Pero también, para ver, es preciso tener vista. Una mesa colocada en una habitación a oscuras existe, aunque no podamos verla. Como hay ausencia de luz, no podemos ver nada. Cuando decimos que vemos la mesa, no es la mesa realmente lo que vemos, sino la luz que refleja, y la forma en que advertimos esta luz nos anuncia la presencia del mueble. Los ciegos no pueden ver, por mucha luz que haya. El gran poeta inglés Milton, en un célebre poema, hace decir a Sansón, después que éste hubo perdido la vista:

“¡Oh, qué horrible oscuridad, mientras me bañan los rayos del sol del mediodía!”

Este famoso verso nos ayudará a comprender que la oscuridad puede depender igualmente de la ausencia de luz o de la imposibilidad de verla.