¿Por qué brotan las semillas después de permanecer guardadas por espacio de varios centenares de años?


Difícil es contestar a esta pregunta de un modo categórico. Hay quien afirma que los granos de trigo encontrados dentro del sepulcro de cierta momia egipcia, que debían de llevar allí enterrados varios miles de años, germinaron al ser puestos en agua. Otros dicen que en esto debe de existir error, y que, o dichos granos debieron de haberse introducido de algún modo en el sepulcro en época no lejana, o de lo contrario se trata simplemente de alguna superchería.

Algo de esto debe de haber, pero nosotros desconocemos la verdad en absoluto. Podríamos sentar la base de un experimento cuyos resultados serían en extremo interesantes y valiosos centenares de años después que desapareciéramos del mundo de los vivos; pero no son muchos los que se sienten con humor de empezar un experimento cuyo fin no han de presenciar. Sabemos que una semilla no es necesariamente una cosa muerta; ignoramos hasta qué punto respira o absorbe pequeñísimas porciones del vapor de agua que existe en la atmósfera, e ignoramos también hasta qué punto es esto indispensable a la semilla para conservarse viva. En realidad, ésta es una de esas interesantes cuestiones que todavía no nos ha sido posible estudiar de un modo satisfactorio. Su importancia es enorme, porque, por ejemplo, si las semillas pudiesen conservarse vivas por espacio de muchos años, podrían, al través del espacio, ser transportadas del mundo donde nacieron, para ser plantadas en otros mundos. Esta idea fue lanzada por un hombre tan ilustre como lord Kelvin.