¿Cómo obra el alcohol en el cerebro del hombre?


El alcohol pertenece a esa especie de sustancias químicas que atraviesan con gran facilidad y rapidez toda índole de tejidos, tales como las paredes de los vasos sanguíneos; de suerte que, a los pocos momentos de haberlo ingerido, penetra en la sangre, y en menos de un minuto es transportado por ésta al cerebro. Allí atraviesa las paredes de los vasos capilares, y hasta penetra en la misma masa encefálica.

Hace años ya que se practican cuidadosos estudios a fin de averiguar con toda exactitud qué alteraciones químicas se desarrollan cuando el alcohol se pone en contacto con los tejidos nerviosos y, en especial, con las células nerviosas; y se ha visto que siempre y en todas ocasiones ataca primero a las células nerviosas más nobles, las que son más nuevas en la historia de la raza, y después de ellas a los tipos inferiores.

Por eso la persona que ha ingerido alcohol puede hallarse privada de todo conocimiento, y tener paralizada una zona de su cerebro, aunque funcionen perfectamente, sin embargo, las partes menos sensibles y las más antiguas de este órgano que presiden las funciones de la respiración. El alcohol produce en las personas efectos muy distintos, según las diversas disposiciones psicoorgánicas de cada cerebro. El primero es, de ordinario, que parezca que ha aumentado la actividad cerebral, y de aquí que haya muchos todavía que lo consideren como un estimulante.

La explicación de este fenómeno es que las células más nobles de dicho órgano tienen por cometido dirigir a las otras, es decir, a aquéllas que nos hacen hablar, reír, etc. Por consiguiente, cuando las células directoras y aquéllas vinculadas con la circunspección y el criterio se hallan paralizadas, charlamos y reímos con más facilidad y ligereza que de ordinario.