¿A quién pertenece la cara que vemos en la Luna?


Creer que vemos caras u otras figuras en la Luna es algo semejante al juego de las imágenes del fuego. A veces pensamos realmente que vemos una cara en la Luna, si bien mudamos de opinión cuando nos hacemos hombres, probablemente porque en la escuela nos enseñan lo que hay de verdad en este asunto.

No cabe duda, sin embargo, de que existen ciertas manchas en la Luna, muy extensas y algunas de ellas muy altas, comparadas con el tamaño de aquélla. Su altura se comprueba midiendo la longitud de las sombras que arrojan sobre la superficie del satélite, cuando los rayos del Sol las hieren de costado. Algunas de estas manchas constituyen lo que podemos llamar montañas de la Luna; otras forman como hendiduras o golfos; y las más notables y hermosas tienen todo el aspecto de cráteres de imponentes volcanes. Éstos son muy grandes y con laderas muy altas; ellos son sobre todo los que nos hacen ver una cara, o una vieja cogiendo leña, o cualquiera de las otras figuras que en todas las edades ha creído ver en ella la imaginación de los hombres siempre dispuesta a lo extraordinario.

Queda por resolver, sin embargo, una cuestión en extremo interesante, que los astrónomos estudian siempre con afán. ¿Son verdaderos estos cráteres y estuvo en alguna ocasión la superficie de la Luna cubierta realmente de volcanes? Hay quien arguye que las cosas existen verdaderamente tales como las vemos en nuestro satélite, y que los volcanes son tan grandes por ser la Luna tan pequeña. Este razonamiento parece a primera vista muy extraño; pero se explica, ya que, por ser la Luna muy pequeña, debió enfriarse y contraerse con mucha rapidez; esto originaría la formación de grandes y numerosos volcanes, enormes depresiones y otras formas topográficas.

Pero otros astrónomos opinan que, según todas las probabilidades, estas manchas no fueron nunca volcanes. Arguyen en favor de su tesis que la Luna carece de atmósfera como la nuestra, capaz de hacer las veces de un gran muelle protector o de la coraza de un buque de combate; y que por esta causa el efecto de los meteoritos o estrellas fugaces al caer sobre ella es muy grave; y que en cierto período de su historia, cuando su superficie era mucho más blanda que actualmente, los fragmentos de roca, o como queramos llamarles, que procedentes de los espacios interplanetarios, chocaban contra ella animados de una gran velocidad, pudieron muy bien producir esos agujeros que nosotros llamamos cráteres. Si esto es cierto, las manchas citadas no son tales cráteres, sino enormes cicatrices o huecos abiertos en la superficie de 1?. Luna por meteoritos.


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