ROMANCE - Sor Juana Inés de la Cruz


Sor Juana Inés de la Cruz, célebre poetisa mexicana (1651-1695), el más alto exponente americano de la poesía religiosa, se lamenta en este romance de los varias opiniones que suelen traer divididos a los hombres y de los males que engendran las divagaciones inútiles del pensamiento.

Finjamos que soy feliz,
Triste pensamiento, un rato;
Quizá podréis persuadirme, 
Aunque yo sé lo contrario.

Que pues sólo en la aprensión
Dicen que estriban los daños.
Si os imagináis dichoso, 
No seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
Alguna vez de descanso
Y no siempre esté el ingenio
Con el provecho encontrado.

Todo el mundo es opiniones.
De pareceres tan varios,
Que lo que el uno, que es negro, 
El otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
Lo que otro concibe enfado,
Y lo que éste por alivio
Aquél tiene por trabajo.

El que está triste censura
Al alegre de liviano,
Y el que está alegre se burla
De ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
Bien esta verdad probaron:
Pues lo que en el uno risa, 
Causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
Ha sido por siglos tantos
Sin que cuál acertó, esté 
Hasta ahora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
El mundo todo alistado.
Conforme el humor le dicta, 
Sigue cada cual su bando.

Uno dice que de risa
Sólo es digno el mundo vario.
Y otro, que sus infortunios
Son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
Y razón en que fundarlo,
Y no hay razón para nada 
De haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces,
Y siendo iguales y varios
No hay quien pueda decidir 
Cuál es lo más acertado.

Pues si no hay quien lo sentencie.
¿Por qué pensáis vos, errado,
Que os cometió Dios a vos 
La decisión de los casos?

¿O por qué, contra vos mismo,
Severamente inhumano.
Entre lo amargo y lo dulce 
Queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿Por qué siempre he de encontrarlo
Tan torpe para el alivio. 
Tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
Que sirve por ambos cabos,
De dar muerte por la punta. 
Por el pomo de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro,
Queréis por la punta usarlo,
¿Qué culpa tiene el acero 
Del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
Discursos sutiles vanos.
Que el saber consiste sólo 
En elegir lo más sano.

Especular las desdichas
Y examinar los presagios,
Sólo sirve de que el mal
Crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros
La atención utilizando,
Más formidable que el riesgo 
Suele fingir el amago.

¡Qué feliz es la ignorancia
Del que. indoctamente sabio.
Halla de lo que padece. 
En lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
Vuelos del ingenio osados,
Que buscan trono en el fuego
Y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber;
Que si no se va atajando,
Cuando menos se conoce 
Es más nocivo el estrago.

Y si el vuelo no le abaten,
En sutilezas cebado.
Por cuidar de lo curioso 
Olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
Crecer al árbol copado.
Quitan la substancia al fruto, 
La locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
No estorba lastre pesado,
Sirve el vuelo de que sea 
El precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿Que importa al florido campo,
Si no halla fruto el otoño. 
Que ostente flores el mayo?

¿De qué le sirve al ingenio
El producir muchos partos,
Si a la multitud se sigue 
El malogro de abortarlos?

Y esta desdicha por fuerza
Ha de seguir el fracaso
De quedar el que produce, 
Si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
Que con la materia ingrato,
Tanto la consume más,
Cuanto él se ostenta más claro.

Es de su propio señor
Tan rebelado vasallo,
Que convierte en sus ofensas 
Las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio
Este duro afán pesado,
A los hijos do los hombres 
Dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
De nosotros olvidados
Si es para vivir tan poco?
¿De qué sirve saber tanto?

¡Oh, si como hay de saber
Hubiera algún seminario,
O escuela, donde a ignorar
Se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
El que flojamente cauto
Burlara las amenazas
Del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
Pensamiento, pues hallamos
Que cuanto añado al discurso.
Tanto le usurpo a los años.