Parte 5


Hiere, si intentas herir;
El golpe aguardo sereno,
Que yo, en cambio, te condeno
Al tormento de vivir.
¿Adonde podrás huir
Que no te alcance el castigo?
Te darán, en vano, abrigo
Otros climas y otras playas.
Pues dondequiera que vayas
Irá tu crimen contigo.

-¡Mi crimen! -ruge Don Juan-.
¡Por Cristo, que es brava idea!
en sus ojos centelle?
La cólera de Satán.
Cuando suelto el huracán
Rompe, arrolla y desbarata,
Sólo algún alma insensata,
En momento tan aciago,
Culpa al viento del estrago,
no a Dios que le desata.

-Desde el día en que nací-
Añade airado y convulso-
Obedezco a extraño impulso,
Y no soy dueño de mi.
Lucha, pues armas te di
Para ganar la partida,
Que si en la lid fratricida
No opones el hierro al hierro.
Juro a Dios que como a un peno
Voy a arrancarte la vida.

-¡Hazlo! -contesta su hermano-,
A tus instintos me entrego,
Pues no detendrá mi ruego
Los ímpetus de tu mano.
Mi muerte será ¡oh tirano!
Tu expiación más tremenda;
Y rompo la espada en prenda
De que no quiero cobarde,
Ni piedad que me resguarde,
Ni acero que me defienda.

Dice, y quebrando después
La bruñida y sutil hoja
En dos pedazos, la arroja
De su verdugo a los pies.
Avanza tranquilo, y es
Su porte grave y austero.
-Guarde cada cual su fuero-
Exclama- y ya que es tu sino,
Mata como un asesino,
Mas no como un caballero.

Don Juan vacila un instante:
Con su conciencia batalla;
Pero al fin la envidia estalla
Más soberbia y más pujante. -
¡Imbécil! recojo el guante,
Grita con áspero tono;
Y arrastrado por su encono,
Contra el desdichado cierra,
Que cae exánime en tierra
Exclamando: -¡Te perdono!

¿Cómo expresar el horror
De aquella escena de muerte?
La víctima yace inerte
A los pies del matador.
Con su pálido fulgor
La luna alumbra al caído;
El lebrel, enardecido,
La hirviente sangre olfatea,
se revuelve, y rastrea,
rompe en lúgubre aullido.

Don Juan se detiene adusto;
El asombro en él se pinta,
la espada en sangre tinta
Cae de su puño robusto.
Los ojos vuelve con susto,
Horror se inspira a sí mismo,
cercano al paroxismo
Se retuerce y desespera,
Como si rodando fuera
Hacia el fondo de un abismo.

Tierra, mar y firmamento,
Cuanto huella y cuanto mira,
Todo en torno suyo gira
Con rápido movimiento.
Llénase su pensamiento
De mortal incertidumbre,
Y la inmensa muchedumbre
De visiones que le asalta,
Ondula, bulle, resalta
Entre círculos de lumbre.

Su razón se turba, un velo
De sangre anubla sus ojos,
Y cubren vapores rojos
El mar, la tierra y el cielo.
Con acongojado anhelo
Lanza un grito de agonía,
Y huye como res bravía
Cuando de pronto a su oído
Llega el ardiente latido
De la furiosa jauría.


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