RITJA, LA QUERIDA YEGUA - Vicente Barrantes


Los árabes del desierto profesan a sus corceles el intensísimo amor que describe aquí el literato y poeta español Vicente Barrantes (1829-1898), quien refiere la heroica fidelidad de una yegua para con su dueño, gravemente herido.

I
Como el águila del Líbano
Se vuelve Kitja a su kan.
Sangrienta fue la pelea:
Su dueño sangre chorrea...
Allá van,
Allá van,
Raudos como el huracán.

Suelta el árabe su cántico,
Ronco y ahogado en dolor:
-Corre, Ritja; corre, vuela,
Que el tigre está en centinela,
Y aun veo yo,
Aun veo yo
Las palmas de Jericó.
En su garganta dé ébano
Sepúltase un yatagán.
Cayó el beduino bramando;
Para Ritja, y relinchando,
¡Qué animal!
¡Qué animal!
Lame la herida fatal.

II
Sobre la escueta duna
Así habla el prisionero
Con la luna:
“Casta madre, ya que muero,
Que a Ritja vuelvan a ver
Mis hijos y mi mujer.
Que los vientos
De mi patria
Con sus crines
Jugueteen.
Que repitan
Sus confines
El relincho
Que ella dé.
Queda sin mí viuda mi mujer:
Sin Ritja, ¿de mis hijos qué va a ser?
¡Es un águila sin plumas
El árabe sin corcel!”

En la cresta de la duna
Dos negros ojos brillaron
A la luna;
Hondos quejidos sonaron,
Y un relincho que debió
Escucharse en Jericó.
Y el herido
Sin ventura
Murmuraba
Con dolor:
-Ritja mía:
¿Cuándo esclava
He creído
Verte yo?
Vida perder no siento y libertad
Que perdiéndote a ti, pierdo ya más.
¡Antes de morir, me falta
De alma y vida la mitad!

III
Arrastrando va el herido
Sobre la arena abrasada
Cual ave enferma a su nido:
Que ver a su yegua amada
La vez postrera ha querido.

Verla por última vez
A la luna del desierto,
Llorar su triste viudez,
Su dueño cautivo y muerto,
Su ya perdida altivez.

“Ritja, Ritja, amada mía,
Asombro de Alejandría,
Sol de mis montañas verdes,
¿No te dice mi agonía
¡Ay! que te pierdo y me pierdes?

“Mi amor... y mis penas ya,
Que estas manos no te ensillen
Por nuestro mal, quiere Alá;
Que te ultrajen y te humillen
Los caballos de un bajá.

“En sus patios confundida,
Fama perderás y bríos.
Ya que no pierdas la vida...
¿Dónde será tan querida
Como te quieren los míos?

“No te darán las doncellas
Ya la leche de camellas
Con su mano torneada,
Ni mis hijuelos con ellas
El puñado de cebada.

“Ya tu ancha cola de espumas
El huracán del desierto
No hinchará, como las plumas
Del águila, que entre brumas
Se cierne sobre el Mar Muerto.

“Tus callos no arrancarán
De las egipcias arenas
Chispas, como de un volcán,
Ni en las corrientes serenas
Te bañarás del Jordán.

“Tú, tan heroica y valiente,
Que al rugido del león
Piafas tranquilamente;
Tú, que de un salto el torrente
Atraviesas del Cedrón;

“En el Djerid la primera,
Sin igual en la carrera,
Rauda al trote, blanda al giro,
La yegua más caballera
Que hay desde Salem a Tiro;

“¡Ritja, tú ajena! ¡tú esclava!
El huracán en cadenas!
No, por Alá, Ritja brava.”
(Y con esto, a duras penas,
Rompió el árabe la traba.)

-Vuelve el desierto a cruzar;
Ve al kan, y a mis hijos di
En tu lengua singular,
Que no me pude salvar,
Pero que te salvo a ti.

IV
Sin sentido
El herido
Postrado en tierra cayó.
¡Pobre Ritja!
Le miró...
Le lamió...
De sus ojos
En lo obscuro,
¿Quién el fuego comprende que brilló?

.............

Cuando el alba
Sonreía
Por Salen,
Por do un día
Riyó el alba del mundo también,
La cristiana
Caravana
Parábase en el desierto
De asombro muda y terror,
Mientra el dragomán experto
Así dice en su interior:

-¿Adonde va aquel caballo?
La tierra, que apenas toca,
Retiembla bajo su callo.
¡Y lleva un hombre en la boca!

Nunca el desierto, corcel
Cruzó más a la ligera,
Ni la corza de Betel
Le aventaja en la carrera.

Pacto tendrá con Alá
El hombre que le posea.
Ni se ha visto ni verá
Corcel mejor en Judea.

V
Allá van,
Allá van
Ritja y el árabe al kan.
Tres infantes
Ved allí:
Parecen tres tiernos pámpanos
De las viñas de Engaddí.

Abrazan al herido
Que en tierra pone
Ritja sin sentido,
El olmo y la hiedra se abrazan así.
También sobre el arenal
Cae la yegua leal:
¡Ay Ritja! ¡pobre de ti!

.............

Toda la tribu llora;
El árabe está loco;
¡Ritja murió!
Con leche de camellas
Brindáronle doncellas:
No la bebió.

Su mano halagadora
Tendióle sin demora
El árabe... tampoco...
La lamió,
¡Y murió!

La lira del poeta
Cantó la noble hazaña
De Ritja fiel.
“Alá en su Edén preciado
La recibió a su lado:
Vive con él.”
Cuando en la duna escueta
Al beduino inquieta
El turco, a Ritja invoca:
“No hay corcel
Como aquél.”