LA PALMA - Salvador Rueda


Saludando el advenimiento de una nueva era para la Humanidad, la meridional fantasía de Salvador Rueda ve en la palma el símbolo de un futuro lleno de grandezas no soñadas

Dadme, palmares de oro, la palma más ligera,
La palma que del bosque palpite en la cimera
Como una larga pluma curvada en móvil haz.

Porque con esa lanza de revibrar sonoro,
Porque con esa pluma de gracia, y luz, y oro,
Yo escriba en mi evangelio los salmos de la paz

Quiero cortar mi pluma del palmeral sagrado
Que está por Dios ungido, por Dios santificado,
Para trazar mis himnos cual páginas de amor:

Aguas de cumbres sean mis cláusulas rientes
Donde a abrevarse vengan las tormentosas fuentes
Y siéntanse inundadas de música y frescor.

Y así como cruzando sus rutas sempiternas
Sepultan los camellos su sed en las cisternas
Entre el incendio vasto del cálido arenal.

Hundan las Ígneas almas sus labios de improviso
En mis estrofas llenas de luz del Paraíso
Escritas con la palma sublime y virginal.

Derramen borbotones, cual líquidos veneros,
O chorros de simiente lo mismo que graneros
Mis líricas cadencias de plena inspiración:

La palma dicte el verso colmada en nueva vida.
Cual si un renglón de nidos meciera estremecida
Al traducir en música la luz del corazón.

Seré el evangelista del nuevo amor del hombre
Hecho familia humana de excelsitud sin nombre;
Mi palma, ni rencores ni guerras narrará;

Como un triunfal Domingo de Ramos, florecientes
Hojas de noble oliva derramará en las frentes
Y con el óleo santo de Dios las ungirá.

Dadme del áureo bosque la palma más divina;
La que parezca un aico de puerta peregrina;
Bajo mi pluma pase la humana procesión;

Bajo su ojiva de oro pase la vida nueva.
Y haré que de los cielos sobre las almas llueva
Una grandiosa Pascua de audaz Resurrección.

Y cuando envuelva en himnos los hombres troquelados
En la turquesa nueva, para siempre libertados
De los infames grillos y de opresión brutal,

Seré el pastor que guíe la paz del amplio coro
Y haré de mi áurea palma mi báculo de oro
Que llevaré en la mano como un lanzón triunfal.

Seré el pastor tranquilo del nuevo amor humano
Que ya anticipa al pueblo con un zumbar lejano
Que atruena cual turbante de inmenso caracol;

Para narrar sereno sus páginas futuras.
Haré un misal sublime de páginas tan puras
Que no lo haya manchado ni un ósculo de sol.

Precisa que sin odios agrúpense las frentes;
Precisa que serenas maduren las simientes;
Que azadas, ruedas, émbolos realicen su ideal;

Y armónica la raza sus olas desenvuelva,
Y el sístole y diástole su vida le devuelva
Cual dos grandes portentos al corazón social.

Bajo la inmensa cúpula del cielo azul latino.
Cristo su pan de nuevo nos brinda con su vino
Lleno de eterna gracia, pleno de santo hervor;

Bajo la enorme cúpula de la azulada tienda,
Celebra en paz, ¡oh raza!, tu bíblica merienda
Y haz de Naturaleza tu gran mesa de amor.

Maduros ya los tiempos están de otra armonía,
Hilaron las colmenas la miel de otra ambrosía,
Las aguas del espíritu cambiaron de arcaduz.

Futuro, abre tu rosa; mi ardiente fe la canta;
Ya de la palma cojo la pluma sacrosanta
Y tiembla entre mis dedos como un airón de luz.


Pagina anterior: LA NOCHE - Emile Verhaeren
Pagina siguiente: LA GRANADA - Salvador Rueda