RESIGNACIÓN - José Palma


El poeta filipino José Palma (1876-1903), canta en flébiles rimas, empapadas de lirismo romántico, la amargura inmensa de su dolor, para el que sólo halla lenitivo en una animosa resignación.

Qué tristes son las horas cuando pasan
En tétrico aislamiento,
Cuando flota nuestra alma en el vacío
Y vemos el placer lejos, muy lejos!...

¡Qué triste es vivir entre agonías
Y, en brazos del silencio,
Llorar siempre, llorar sin esperanza
Sintiendo en hieles anegado el pecho!

¡Basta! Déjame ya: no más derrames,
Martirio, tu veneno
Sobre este corazón que, con sus cuitas,
Palpita, exangüe y yerto.

No ciñas más mi frente con espinas,
Maldito sufrimiento.
¡Ya no puedo sufrir nuevas congojas!
¡Ya no puedo llevar dolores nuevos!

Aquí en mi negra soledad, la dicha
No esplende ya hace tiempo:
¡Siempre la noche sobre mí pasando!
¡Siempre el turbión rugiendo en mi cerebro!

Aquí no brotan músicas ni flores,
Ni hay pájaros parleros,
Ni rima aquí la brisa sus cantatas,
Ni se azula jamás el firmamento.

No hay estrellas, no hay luces, no hay aromas;
¡Sólo el dolor tremendo
Que marchita mis dulces esperanzas
Y roe los capullos de mis sueños!

¡Tan sólo este dolor terrible y grávido
Que de mi llanto acerbo.
Es testigo en mis ásperas vigilias
Y en mis horas de angustias y de duelo!...

¡Oh! Ya no puedo más. Basta, martirio.
No rasgues más mi pecho:
Yo soy débil, muy débil, lo declaro;
Con tus embates combatir no puedo.

No puedo combatir, porque mi espíritu
Se rinde bajo el peso
De la carga espantosa que lo abruma,
Al cruzar por el anclo desierto.

¿Qué puede el llanto de una flor sin savia
Contra el furor del viento?
¿Qué puede el alma deshojada y lacia
Contra los golpes que le asestas fiero?

También la dura mole de granito.
Que resiste a los tiempos,
Consigue taladrar el hilo de agua
Que cae en ella pertinaz y lento.

¿Y yo sabré luchar?... No, no resisto: 
Cual desgraciado reo.
Sin oponerme a tu furor, sucumbo;
Sin esquivar tus latigazos, muero.

Ya puedes extender sobre mi frente
Tu hálito sangriento,
Y puede agitarte en mis entrañas.
Ahogarme el alma y gangrenarme el pecho.

Puedes caer en infernal nevada
Sobre mi herido seno,
Y cercenar las pocas ilusiones
Que quedan aun flotando en mi cerebro.

Tus golpes son el beso de la gloria:
Espíritus pigmeos
Con el soplo de tu ira se agigantan
Y llegan a escalar el mismo cielo.

Eres piedra de toque de la vida...
Dolor, ya no te temo:
Para sufrir tu empuje de borrasca
La juventud aún me inflama el pecho.

¡Ven! aunque tornes mi ilusión en humo,
Y en plata mis cabellos,
Aunque nubles mi rostro con arrugas,
Te bendigo, dolor: ¡a ti me entrego!