HACIA LO FUTURO - Verhaeren


La fiebre de investigación que se ha apoderado de la Humanidad en la época moderna, y el progreso industrial con la creación de las grandes ciudades comerciales y manufactureras, despiertan en el alma de Verhaeren la nostalgia de las viejas edades en que predominaban las sencillas aldeas viviendo en la paz de los campos.

Raza humana a las áureas estrellas anudada,
¿Has sentido el esfuerzo, el ímpetu y la furia
Que en el breve correr de una centuria
Se ve tu fuerza inmensa trabajada?

Del fondo de los mares, cruzando cielo y tierra
Hasta el errante oro de los perdidos astros
De noche en noche, siempre, por los lejanos rastros
El viaje de los ojos prolongándose yerra.

Mientras que aquí los siglos, las fúnebres edades
En las pétreas tumbas del tiempo sepultados
De un continente a otro surgen, siendo explorados,
Blancos y polvorientos de sus obscuridades.

El afán de saber os una pasión brava
Que hiende el bosque denso y vivo de los seres,
Y pese a la maleza que los pasos le traba,
Va el hombre conquistando derechos y deberes.

En el polvo, en el átomo, en el vago fermento
Se rebusca y se encuentra la gran fuerza vital;
Todo una red lo apresa, y en sus mallas sin cuento
Se dilata o se oprime la materia inmortal.

Héroe, sabio, apóstol, artista. aventurero,
Todos van horadando el muro legendario:
Y por este trabajo común o solitario,
El nuevo ser se siente el universo entero.

Y vosotras, vosotras, las ciudades
Que lejos os alzáis,
Desde un confín a otro de llanos y heredades,
Vosotras concentráis 
Bastante humanidad,
Bastante fuerza roja y nueva claridad
Para inflamar en fiebre y en un ardor fecundo

A las inteligencias 
De paz o violencias
De aquellos 
Que descubren la ley y resumen en ellos
El mundo.

Era el alma de Dios el alma de los campos;
Temió las rebeliones, las investigaciones;
Cayó bajo las ruedas, los fuegos y los lampos
De los carros que llevan nuestras recolecciones.

Instálase la ruina, sopla & los cuatro vientos,
Y lejos, la ciudad, desde su hegemonía.
Va estrujando y sacando de los campos sedientos 
Lo que les resta aún de ardor en la agonía.

Brilla roja la fábrica donde antes la floresta;
Negros humos envuelven el campanario ahora;
Avanza el hombre, y ya no es el sol de la puesta
La hostia de oro divina y fertilizadora.

¿Renacerán un día los campos libertados
De sus ansias, de sus errores, de sus locuras,
Huertos para el esfuerzo y el trabajo acabados,
Vasos de salud virgen y claridades puras?

¿Con el buen sol antiguo de las viejas edades,
Con el viento y la lluvia, podrán de nuevo alzar
Un mundo que este áspero yugo de las ciudades
Sacuda en horas libres de inquieto despertar?

¿Los paraísos últimos serán tal vez un día
Purgados de los dioses, libres de sus presagios,
Donde a soñar vendrán al alba, al mediodía,
Y antes de darse al sueño de la noche, los sabios?

Mientras tanto la vida corre ancha por su norma:
El ser un goce humano frenético y fecundo.
¿Derechos y deberes? ¡Sueños varios que forma
Ante cada esperanza la juventud del mundo!