La poesía siempre estuvo presente en la religión


No hay pueblo en el mundo cuyas primeras manifestaciones poéticas no hayan tenido un carácter religioso.

La religión de los antiguos griegos y romanos tenía un fondo naturalista y sus adeptos se mostraban dispuestos a reconocer divinidades en todas partes: en la mies que dora los campos, y en el rayo que salta de la nube tempestuosa; en el mar agitado por el oleaje y en los astros que siguen su camino con majestuosa lentitud, sin prisa pero sin pausa.

Semejantes divinidades, fantásticas e imaginarias, son celebradas en los cantos del legendario Orfeo y de otros poetas griegos, cuya personalidad se esfuma entre las brumas de la leyenda; y del mismo modo, los dioses del Olimpo llenan las páginas inmortales de los poemas de Homero. Igualmente, las primeras poesías latinas son de inspiración sacra: los cantos de los Salios que glorificaban las hazañas del dios Marte, el Carmen (himno) de los sacerdotes Arvales, que invocaban la protección divina para sus campos y sembrados. No faltan tampoco en la literatura latina ensayos más perfectos de poesía religiosa; el mismo Horacio, famoso como satírico y como cantor de la amistad y las delicias de la vida retirada, es autor de hermosas odas a Apolo, Diana. Baco, Mercurio y Venus.

La religión cristiana es más espiritual y elevada que la de los antiguos.

El Cristianismo no tiene un numen de las mieses y otro del vino, un dios del aire y otro del mar; pero la divinidad única, incorpórea y sublime a que rinde culto, si bien no habla a la imaginación como los antiguos dioses, conmueve más hondamente el corazón con una mística reverencia y transporta el alma a trascendentales alturas que el paganismo no alcanzó a imaginar.

Vibrantes de sacro entusiasmo son los Salmos de David y los cantos de los profetas; bellísimos por la nobleza del sentimiento y por un sublime fervor son los himnos de la Iglesia. No existe otra religión como la cristiana, ni ha existido jamás en Occidente, de una inspiración tan profunda, tan suave, tan solemne, tan elevada y sublime.

La nota sacra resuena en la poesía de todos los pueblos latinos y muy especialmente en los de origen español. Recordemos que en las primeras voces europeas que se oyeron en América palpitaba siempre la fe.

Los indomables guerreros que envió España a la conquista del Nuevo Mundo eran fervorosos creyentes, y aquellos que con Cristóbal Colón se aventuraron por los mares procelosos en frágiles carabelas, en Dios tenían puesta su confianza.

Durante ocho siglos sostuvo España en su propio territorio peninsular una guerra sin tregua en defensa de la Cruz contra los moros; y aquellos reyes, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a quienes estaba reservada la gloria de patrocinar el descubrimiento de América, a la Historia han pasado con el nombre famoso de Reyes Católicos.

Hay así en la poesía castellana una fuerte, una admirable tradición mística, que se rodea del esplendor que le dieron altísimos poetas como santa Teresa de Jesús, fray Luis de León,. san Juan de la Cruz, fray Luis de Granada y muchos otros de renombre ilustre aunque no tan glorioso.

Tampoco en la literatura hispanoamericana han faltado las manifestaciones de una religiosidad la que, profundamente arraigada en el alma de los pueblos, encontró en la poesía y en el arte su más espontánea expresión. En la República Argentina, el primer poeta criollo, Tejeda, es un religioso que dedica sus versos al Niño Jesús y a su Madre.

Y lo mismo sucede en casi todos los otros países, donde, por lo general, la actividad poética estuvo recluida en los claustros durante muchos años, sor Juana Inés de la Cruz es el máximo exponente americano de esta floración de la poesía religiosa en los años de la colonia.

Más adelante, cuando las naciones del continente conquistaron su independencia política y se separaron de España, cada una de ellas fue modelando un carácter cultural propio; y dentro de la abundante producción literaria nunca faltaron por cierto las composiciones poéticas de tema religioso, según podrá verse fácilmente hojeando cualquier antología o simplemente las composiciones de la selección que aquí ofrecemos.


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