Viajes de Adriano por los dominios del imperio


La empresa más notable que llevó a cabo fue la de recorrer todo el imperio, en una época en que cualquier viaje resultaba penoso pues no se gozaba de ninguna comodidad, y la persona que deseaba viajar debía ir de un lado a otro, bien a pie, bien a caballo, o quizá transportada en una litera. Adriano observó con sus propios ojos cómo era gobernada cada provincia, y dejó en varias de ellas monumentos que atestiguan el cuidado con que miraba por la prosperidad del Estado. Lástima es que al fin de su vida sufriese de una dolencia que, haciéndole perder a menudo el dominio de sí mismo, lo obligaba a cometer acciones crueles. Creen muchos que no hubo emperador que hiciese tanto como él para solidificar la seguridad y fuerza del imperio y la justicia del régimen romano.

Hizo Adriano a sus sucesores más suave la tarea de gobernar, que nunca fue, sin embargo, muy ligera para nadie; y a pesar de que dos de ellos fueron sabios y emprendedores, ambos hubiesen preferido la vida virtuosa y tranquila del ciudadano al peso agobiador del mando. El primero de ellos, Tito Aurelio Fulvio, llamado Antonino, y Pío por su virtud, fue elegido por el mismo Adriano. Antonino, a su vez, adoptó como hijo al famoso Marco Aurelio.