Cómo trató Napoleón de arruinar a Gran Bretaña y hacerse dueño del mundo

Convencido Napoleón de que riñendo batallas no lograría jamás humillar a Gran Bretaña, ideó aniquilarla impidiendo que pudiese comprar ni vender cosa alguna en Europa: y esta fue una razón por la cual quiso que Europa entera se doblegase a su voluntad, además del deseo de llegar a ser soberano del imperio más vasto que conocieran los siglos. Sentó a sus hermanos en los tronos de Holanda, de Italia y en algunos de Alemania, dándoles el título de reyes, que habrían de ser en realidad sus vasallos: y acabó por conferir a otro hermano suyo, llamado José, el título de rey de España.

Jamás lo hiciera, pues ésta fue su ruina. El pueblo español no quiso acatar como rey a un Bonaparte y se rebeló contra él. Los ingleses enviaron en su ayuda un ejército, a cuyo frente iba el ilustre caudillo que había de aniquilar finalmente el poder de Napoleón en Waterloo. Lo extraño es que Napoleón no acudiese en persona a España, a derrotar a Wellington, y encargase este cometido a sus mariscales, a todos los cuales aventajaba el general inglés. Él creyó más necesario reducir a la obediencia a Rusia, quo era el único país de Europa que no le temía. Por eso se puso al frente de aquella terrible expedición a Moscú, de donde el hambre y el frío lo obligaron a retirarse, en medio de un invierno cruel, sin que lograran volver a pisar el suelo patrio más que algunos restos escasos del ejército.