La desgracia que sobrevino a Gutenberg a la hora del triunfo


El sol de la fortuna se puso para Gutenberg tan pronto hubo salido. No bien terminada la impresión de la gran Biblia, se suscitó una disputa. Gutenberg y su socio habían hecho algo digno, admirable y espléndido, dando al mundo la Biblia como primicia del nuevo invento. Los impresores se han enorgullecido de que el primer libro salido de la primera prensa de imprimir fuera el más grande y el más santo de todos.

Ahora bien, el acaudalado Fust pidió que le devolvieran el dinero prestado. Bien sabía él que Gutenberg no podía pagarle, y ésta fue, indudablemente, la causa de insistir en su pretensión. Como no pudo obtener el dinero, consiguió a su favor el embargo de todo el material que constituía la imprenta. Legalmente tenía derecho de obrar así, pero ¡cuántas cosas legales hay que son sencillamente monstruosas! ¡Pobre Gutenberg! En el momento mismo de su victoria, fue arrojado de su taller, y su querida prensa pasó a manos de Fust y Shoeffer, en tanto él quedaba arruinado.

A pesar de tantas contrariedades, no había de morir sin intentar otro esfuerzo para perfeccionar su invento. Encontró un buen amigo en el doctor Conrado Humery, quien le dio facilidades para establecer otra prensa, con la cual imprimió uno o dos libros.