Carolina ayuda a su hermano a conseguir la fama


La joven, por su parte, aprendió a imitar con la boca el sonido del violín, habilidad que le permitía tomar parte en los conciertos musicales y contribuir al aumento de fondos en su pobre casa. Mientras su hermano construía el telescopio, Carolina le servía al mismo tiempo de criada y de aprendiz. Le ayudaba a pulir las lentes, le preparaba la comida y le leía libros, mientras se hallaba él trabajando. Por algún tiempo la joven se dedicó con buen resultado a cantar en los conciertos; pero no tardó en dejar la música, a fin de poder ayudar a su hermano en la astronomía. Solía pasar en su compañía la noche, en la contemplación de los astros. Copiaba sus papeles, le ayudaba a trazar mapas, llevaba el trabajo material de la casa, y en todo era una compañera afectuosísima. El tiempo que le sobraba lo empleaba indefectiblemente en limpiar y pulir los espejos y lentes de los telescopios.

Ciertamente, no abundan las mujeres como Carolina Herschel que alcanzó finalmente su premio, pues por sus trabajos personales, descubrió ocho cometas y varias manchas nebulosas, y llegó a ocupar un puesto distinguido entre los astrónomos. Una aureola de hermosura moral la acompañó hasta el fin de su vida, cuando, al ver moribundo a su hermano, entregó al hijo de él y a su familia buena parte de los pequeños ahorros que había hecho. Después de esto volvió a Hannover para vivir, y no por cierto con gran felicidad, en medio de sus parientes. Murió en esta ciudad en 1848, a los 97 años, honrada por todos los grandes hombres de Europa y amada y admirada como una de las mujeres más extraordinarias que han existido.