Becker, el poeta de tono menor con sus rimas y leyendas


Si dejamos atrás los siglos de oro -como se denomina al xvi y al xvii-y nos dedicamos a estudiar la época moderna, advertimos en el 1700 una declinación en la lírica tradicional y en la novela.

Diego Torres de Villarroel en la poesía satírica, Leandro Fernández de Moratín en la comedia popular, Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego como fabulistas, Juan Meléndez Valdés en la lírica y Manuel José Quintana, exponente de un neoclasicismo, son los valores que se distinguen en la medianía de esa etapa de decadencia.

Es en el siglo xix cuando ha de surgir en España el movimiento del romanticismo. Francisco Martínez de la Rosa, con su tragedia helénica Edipo, es el precursor, y los paladines se llaman: Mariano José de Larra, con su drama autobiográfico Macías y su labor periodística de amarga y pesimista crítica, que lo consagran como genio de la negación; Ángel de Saavedra, duque de Rivas, autor de: Arias Gonzalo y El moro expósito, que con su drama Don Álvaro ha de llegar a la culminación o plenitud del romanticismo español, en el que también han de legar una obra notoria, aunque discutida, valores literarios como Adelardo López de Ayala (La estrella de Madrid y Los Comuneros', José de Espronceda (El estudiante de Salamanca y El diablo mundo); José Zorrilla (Don Juan Tenorio); Manuel Tamayo y Baus (Locura de amor y Un drama nuevo); José Echegaray (El gran galeoto) y Ventura de la Vega (La muerte de César y Don Fernando de Antequera).

Con los posrománticos, en el momento en que la poesía de España adquiere un tono prosaico con Campoamor y Núñez de Arce, se da a conocer Gustavo Adolfo Bécquer, cuyo lirismo puro es un milagro en lo que tiene de auténtico y creador con su deslumbramiento intuitivo ante lo irreal y mágico del mundo. Tanto en sus Rimas como en sus Leyendas en prosa, aparece el poeta de tono menor de más amplia divulgación. Más cerca de Byron que de Heine, sus poesías han alcanzado una popularidad sorprendente y ejercido extraordinaria influencia en todo el ámbito del habla española. Gustavo Adolfo Bécquer, que se obstinó en vivir en Madrid, pobre y solitario, murió a los treinta y cuatro años.