Las luchas de los señores feudales y las duras tribulaciones de los pobres vasallos


Los reales dominios de Hugo Capeto comprendían sólo una vigésima parte de lo que hoy es Francia, y, por muchos siglos, los poderosos señores feudales se rebelaron constantemente contra el trono, o lucharon entre sí. Este estado de cosas causaba grandes desdichas a los pobres vasallos, quienes, en calidad de siervos, estaban obligados a trabajar la tierra o a pelear en favor de sus dueños.

Una gran mayoría del pueblo estaba constituida por los “siervos de la gleba”, que carecían de libertad, y hasta podían ser vendidos junto con las parcelas de tierra. Los vasallos vivían en una condición un poco mejor. A menudo grandes hambres y pestes diezmaban a las poblaciones.

Luis ix, rey que por su noble y humanitario corazón fue canonizado por la Iglesia, intentó mejorar la condición del pueblo fundando hospitales y colegios, y estableciendo un tribunal de justicia en París, ante el cual los ricos y magnates podían ser denunciados por sus atropellos.

Fue en esta época cuando Pedro el Ermitaño, que había regresado de Palestina, comenzó a predicar la necesidad de reconquistar el Santo Sepulcro de manos de los musulmanes. San Luis, movido por su piadoso espíritu, llevó a cabo dos cruzadas contra los infieles, pero murió durante la segunda, en Túnez.