Hermann rechaza el ataque de las legiones romanas


Sobre la cumbre de un monte, en la gran llanura del Norte, a unos ciento sesenta kilómetros del Rin, se levanta ahora una enorme estatua, que mide de alto más de 15 metros, erigida en conmemoración de uno de los primeros héroes germanos, Hermann, quien, a fines del año 9 antes de J. C., resistió con éxito y derrotó cerca de este lugar, al temible ejército romano. Cuando la noticia de su destrucción en los bosques y pantanos llegó al gran emperador Augusto, se vistió éste de luto y exclamó amargamente repetidas veces: “¡Devolved-me mis legiones!”

Durante aquellos siglos, levantáronse, como las olas de tormentoso mar, varias tribus y familias que se extendieron por los montes y los valles, cambiando sus residencias, luchando unas con otras y con sus vecinos, mientras el gran Imperio Romano, un tiempo dominador del mundo, se iba debilitando gradualmente más y más, hasta tornarse incapaz de enfrentar a los atrevidos invasores. Ya sabemos cómo los soldados romanos tuvieron que ser retirados de Bretaña y luego de las Galias, para acudir a la defensa de Roma. Por último, una tribu de estirpe germana, los godos, llegó a los propios muros de la gran ciudad de los Césares, arrebató sus tesoros y destruyó muchos de sus edificios y monumentos.