La transformación que España experimentó durante los seis siglos de dominación romana


A lo largo de los seis siglos que median entre el primer desembarco de los romanos y la invasión de los bárbaros, España sufrió una transformación total y pasó de la desorganización de las tribus de vida primitiva a la perfecta organización política de una provincia imperial. El cambio más radical fue la sustitución de las lenguas indígenas por el latín vulgar. En todos los órdenes, la incorporación de España a la cultura romana fue rápida e intensa, como lo testimonia la serie de figuras que dio a Roma, encabezada por los emperadores Trajano y Adriano, dos de los más famosos; se supone con cierto fundamento que Marco Aurelio, el emperador filósofo, fue asimismo oriundo de la península.

El geógrafo gaditano Pomponio Mela, el tratadista Columer., el orador Quintiliano, de Calagurris (Calahorra) ; el poeta Marcial, de Bíbilis (Calatayud); el satírico Marco Anneo Séneca y su hijo, el filósofo Lucio Anneo Séneca; el poeta Lucano, de Córdoba, y otros muchos, dieron brillo a las letras latinas paganas, y no faltaron nombres de relieve entre los escritores españoles latino-cristianos: Osio, probable autor del Credo en el concilio de Nicea; San Ponciano; el poeta Aurelio Prudencio Clemente, y el gran Paulo Orosio.

Ciudades como Tarraco (Tarragona). Cartago Nova (Cartagena), Gadex (Cádiz), Hispalis (Sevilla), Corduba (Córdoba), Emérita Augusta (Mérida), crecieron y se enriquecieron; de ellas nos han quedado importantes vestigios, a pesar de que las ciudades modernas se hayan mantenido sobre el mismo solar de las antiguas en la mayoría de los casos.
Murallas, acueductos, teatros y establecimientos de baños aún se yerguen como testimonio mudo de la grandeza de la España romana. Los puentes han servido, más o menos renovados en algunos casos, hasta días muy próximos a los nuestros, y la red de carreteras que une hoy las distintas regiones de la nación española ha seguido en buena parte el trazado de las antiguas vías romanas, y así lo comprueba el viajero moderno cuando pasa bajo monumentales arcos de triunfo, como los de Bará, Capara, Medinaceli y Cabanas.

También en el terreno de lo religioso hubo de influir la romanización, y los dioses y cultos indígenas de la península fueron poco a poco sustituidos por los dioses romanos y algunos orientales introducidos por los soldados y mercaderes. Asimismo, España fue uno de los territorios imperiales en donde arraigó con más intensidad la religión que nació en las provincias romanas orientales: el cristianismo.