La república de Andorra, una verdadera curiosidad histórica


Andorra, república de cuatrocientos cincuenta y dos kilómetros cuadrados y seis mil habitantes, es nuestro próximo destino. Andorra se encuentra situada en los Pirineos orientales, entre la provincia española de Lérida y el departamento francés de Ariége. Podernos llegar a ella por ferrocarril si tomamos en París el Transpirenaico, que une la capital francesa con la ciudad, española de Barcelona, y cuyo trazado pasa por Andorra. Desde las ventanillas del tren apreciamos, al aproximarnos al fin de nuestro viaje, las estrechas gargantas, profundos desfiladeros y altos valles que conforman la topografía de la región andorrana. El clima nos parece frío, pero es saludable. El suelo es poco favorable para las labores agrícolas; pero, en cambio, posee ricas minas y tupidos bosques. En su mayor parte los habitantes son de origen hispánico, y el había que predomina es el catalán.

Los orígenes de Andorra son desconocidos; la tradición nacional atribuye a Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, el dictado de una carta magna que otorga la libertad a los andorranos.

Políticamente, la organización de Andorra presenta una curiosidad digna de mención: la soberanía está repartida entre el obispo español de Urgel y el presidente de Francia. Ello ocurre desde 1278, cuando el obispo y él conde de Foix se dividieron el señorío de la región. Los derechos del

conde de Foix pasaron luego al rey de Navarra, y después al de Francia. Sobrevenida la República, los andorranos fueron independientes, hasta que ellos mismos pidieron a Napoleón la vuelta al antiguo sistema, que subsiste hasta hoy. El gobierno de Andorra no puede ser definido ni como república ni como monarquía: consiste en un Consejo de 24 miembros, elegidos por los jefes de las familias terratenientes. El funcionario ejecutivo es el Muy Ilustre Síndico, que desempeña su cargo vitaliciamente y es elegido por el Consejo. El presidente de Francia y el obispo de Urgel tienen, respectivamente, un representante; vitalicio el francés y renovable cada; tres años el del obispo. Entienden en los asuntos de justicia e integran la Suprema Corte junto con un juez andorrano. La pena de muerte por garrote existe en Andorra; pero, felizmente, muy raras veces se llega a aplicar. El Politar, un antiguo digesto de leyes, usos y costumbres, rige en el país como constitución del Estado.

La organización social es verdaderamente feudal: en cada familia, sólo el padre, o quien haga las veces de jefe de la casa (cap de la casa), posee derechos de votar y ser elegido. Cuando alcanza los sesenta años de edad, se proclama su retiro en una formal celebración, y el hijo mayor asume entonces sus prerrogativas. El ejército de Andorra está formado por voluntarios, cada uno de los cuales tiene sus armas en su casa.

La mayor parte de los recursos de la República proviene de la venta de sus sellos postales y del cultivo del tabaco. Por otra parte, los gastos del Estado son mínimos, pues, entre otras cosas, no mantiene representación exterior: sus asuntos son atendidos por el gobierno de Francia.

Las calles de Andorra la Vieja, la capital, nos despiden afectuosamente; una última visión colorida nos da para el recuerdo la vieja tierra de los árboles, como la llamaron los moros.