La primera colonia inglesa permanente de América


Al siguiente año, 1607, empezaban las dos compañías a poner en planta su obra, enviando colonos. Los de Plymouth se establecieron a orillas del río Kennebec, en el actual Estado de Maine, pero el riguroso frío que se dejaba sentir y la dificultad de los abastecimientos hicieron que, después de grandes reyertas, regresaran en su mayoría a Inglaterra.

La expedición de Londres, compuesta de tres naves al mando del capitán Newport con un centenar de hombres, desembarcó en la bahía de Chesapeake -Virginia-, y junto a un río que en honor al rey fue llamado James, fundó la ciudad de Jamestown, después de lo cual dio la vuelta a Inglaterra, dejando a los colonos en su nueva estancia. Por desgracia, resultó que las provisiones se echaron a perder en poco tiempo y estallaron graves desórdenes entre aquellos. Pronto los colonos quedaron reducidos a la mitad, y no se registró una total catástrofe gracias al talento y energía del joven Juan Smith, individuo del Consejo, que a fuerza de vigor impuso su autoridad y evitó con su diplomacia, encaminada a que los indios suministrasen víveres, los actos horribles de canibalismo que anteriormente se habían cometido.

Nada más admirable que el esfuerzo de Juan Smith, puesto ahora al frente del Consejo para afrontar tan terrible situación; procuró, ante todo,

entrar en relaciones de amistad con los indios para que facilitasen vituallas, propósito dificilísimo, pues los pieles rojas no podían sufrir la presencia de hombres blancos en su país. Atacados un día los colonos por gran número de indios, cayó prisionero Smith, e iba a ser sacrificado cuando intercedió por él una jovencita de catorce años, llamada Pocahontas, hija del cacique de aquel lugar, y a ella debió la vida, conforme referimos en otra parte; pero no sólo esto, sino que Smith consiguió, en su cautiverio, atraerse a los indígenas, los que desde entonces facilitaron todas cuantas provisiones podían.

A pesar de las malas noticias que se recibían de la colonia, la compañía de Londres envió al año siguiente, 1609, una nueva expedición, otra vez al mando del capitán Newport, compuesta de quinientos hombres. Por desgracia, no pudo continuar Smith al frente del Consejo, a causa de haberse visto obligado a regresar a Inglaterra para curarse de una herida. Los nuevos expedicionarios corrieron igual suerte que sus predecesores. Reinó el hambre, y, a falta de otros víveres, se alimentaron de la carne de los caballos y los perros que habían traído. Al promediar el año 1610 sólo quedaron vivos 69 hombres de los 600 que había dejado Smith, y como era imposible permanecer allí por más tiempo, decidieron regresar a Inglaterra, para lo cual bajaron por el James en cuatro canoas, y ya estaban cerca de la bahía de Chesapeake cuando se encontraron con una escuadra inglesa enviada por el rey Jacobo I, a bordo de la cual iba el nuevo gobernador, lord de la Warr o Delaware, que los detuvo, y, como traía abundantes socorros, consiguió que regresaran a Jamestown.

Pronto quedó restablecido el orden bajo el prudente gobierno de lord Delaware; ya no hubo más escasez y todo el mundo trabajaba. Realizada así su misión, partió para Inglaterra y dejó el mando a sir Tomás Dale; y aunque el rigor de éste rayaba a veces en crueldad, bajo su gobierno alcanzó la colonia un grado de prosperidad antes no imaginado. Hizo venir más colonos de Inglaterra; castigó duramente a los holgazanes y a los díscolos; obligó a trabajar a todo el mundo; repartió un lote de tierra a cada uno, y fue el primer importador del tabaco a Europa, introduciendo el hábito de fumar o de tomar rapé, lo cual hizo que se multiplicaran los tabaqueros en Virginia, después de haberse visto que no había que pensar en minas de oro y plata, como se creyera en un principio y fuera el principal incentivo de la emigración.

Durante el mando de Percy, sucesor de sir Tomás Dale, un colono llamado Juan Rolfe casó con aquella piadosa Pocahontas de que hablamos antes, pero su ejemplo, que hubiera podido ser altamente beneficioso, no fue seguido. Interesaba, sin embargo, a la compañía de Londres que los colonos de Virginia constituyeran familias como garantía de su estabilidad en el país, y con este objeto envió allá, en el transcurso de 1620, un centenar de muchachas de familias pobres, aunque de reconocida honradez, para que casaran con aquellos pretendientes que tuvieran 120 libras de tabaco para enviar a la metrópoli.

Un hecho importantísimo ocurrió el mismo año citado. Un buque holandés llevó de la costa de Guinea unos veinte negros que vendió como esclavos a los plantadores, y éste fue el comienzo de la ignominiosa plaga de la esclavitud.