Desde Berna a las montañas por ferrocarril y vaporcillos


A la mañana siguiente, contenemos nuestra ansiedad por partir hacia los montes, y hacemos una visita al Museo de Historia Natural, con objeto de ver el mapa en relieve del alto país de Berna, y compararlo con ;nuestras guías, para de ese modo orientarnos mejor y hacer a pie largas excursiones. También echamos una ojeada a los cristales de San Gotardo y a la colección zoológica; luego tomamos el tren para ir a Thun, ya con nuestros sacos o mochilas bien provistos, precediéndonos nuestro equipaje. Y a medida que el tren avanza, van acercándose las montañas. Cuando subimos al vapórenlo en el lago de Thun, nuevas sorpresas nos emocionan, pues nos parece que vamos navegando bajo la sombra de las montañas gigantescas.

El viaje por el lago nos resulta demasiado corto; desembarcamos en el pequeño muelle con cierto pesar. Allí tomamos el tranvía funicular y comenzamos a subir por la montaña. Por momentos el panorama se hace más y más maravilloso, así como si se revelara a nuestros ojos un nuevo mundo. Al salir de la estación y comenzar nuestra caminata por la carretera que serpentea a lo largo de los declives del Beatenberg, nuestro entusiasmo aumenta todavía.

A derecha e izquierda descienden los bosques hasta el lago. El pueblo se extiende por ambos lados de la carretera en un largo de cuatro o cinco kilómetros, lleno de hoteles y villas, y con sus tiendas pintorescas. Seguimos nuestro camino, dejando atrás el último gran hotel, y llegamos hasta un punto elevado 300 metros por encima del pueblo: es Amisbühl.

Nunca olvidaremos pues, la semana que pasamos allí. Desde la amplia terraza, donde podemos comer, si es éste nuestro deseo, descubrimos a Interlaken, la ciudad situada entre los lagos de Thun y Brienz, y la cordillera de montañas que parecían llamarnos mientras duró nuestro camino, desde Berna. Gracias a nuestro incomparable punto de vista podemos contemplar tranquilamente dichas montañas a cualquier hora del día, haga buen o mal tiempo. Y a medida que las contemplamos más y más, descubrimos en ellas nuevos matices y mayores bellezas. Con el catalejo se alcanza a ver a los excursionistas que trepan hacia esas alturas, como inquietos puntos negros. También se descubren pintorescos detalles en la conformación de las rocas y de la nieve congelada.