EL HÉROE DESCONOCIDO


En las orillas del río Rin, precisamente encima de la pequeña villa de Caub, hállase enclavado el castillo de la Roca de Jutta. Era Jutta la bella hermana de Felipe, señor de Caub, y reina del torneo en Colonia, cuando los héroes germanos entraban en liza y mostraban su valor y gentileza ante sus damas. No había, sin embargo, caballero alguno que llevase sus colores como divisa, a pesar de ser muchos los que pretendían lograr este honor. Ninguno había ganado su corazón, pero su hermano esperaba, con no poco interés, que algún pretendiente la conquistaría con alguna gran hazaña en el torneo.

Pero, por grande que fuese la fama que los guerreros de Germania gozaban de ser jinetes incomparables y esforzados, ninguno de ellos podía señalarse aquel día. Un caballero de buena presencia que lucía una divisa inglesa en su escudo, derribaba a cuantos contendían con él.

Las damas todas tenían la vista fija en el extraño caballero, y, cuando Jutta observó que sus ojos se fijaban en ella, comenzóle el corazón a latir con violencia. Venció el extranjero. y con alegría indecible vio Jutta que dirigía su caballo hacia el sitio en que ella se hallaba.

- ¡Os amo, señora! -exclamó-; ¡confiad en mí! Dadme el guante que lleváis puesto y volveré con él dentro de tres meses.

-¿No podéis quedaros? -preguntó Jutta con inquietud, al darle el guante.

-No, amada señora -dijo el caballero desconocido-. He venido a Germania para llevar a cabo una gran empresa, y si me detuviese algún tiempo, fracasaría en ella.

Y, espoleando su caballo, perdióse en la oscuridad de la noche. Durante seis largos meses, aguardó en vano Jutta noticias de su desconocido amado, y sólo supo que algunos caballeros ingleses habían muerto en un combate librado con motivo de la elección de Ricardo de Cornualles para el trono de Germania.

-Debió de caer en la refriega -de-ciase mientras pasaban los días. Y por fin, determinó encerrarse en su aposento, y negarse a recibir visitas.

Una tarde llegó al castillo el emperador de Germania a pedir la mano de la doncella. Jutta contestóle entonces, por medio de su hermano, que estaba resuelta a retirarse a un convento. Pero, insistiendo el emperador en sus pretensiones de que ella lo viese, presentóse Jutta pausadamente en el salón.

-Jutta -dijo el monarca, entregándole un pequeño guante blanco-. ¿Habéis, acaso, olvidado a aquel pobre caballero inglés?

Levantó el emperador la visera de su yelmo, y lanzando un grito de alegría, arrojóse Jutta en sus brazos. ¡Su héroe era Ricardo de Cornualles, hermano del rey Enrique III de Inglaterra! Tras larguísima lucha, había sido coronado emperador de Germania y venía ahora a compartir su elevada jerarquía con al doncella, cuyo corazón había conquistado, presentándose como un caballero desconocido; y Jutta fue proclamada emperatriz de Germania.