De cómo se libra el cuerpo de los gases venenosos que produce


En el transporte por la sangre del anhídrido carbónico, de las células a los pulmones, los glóbulos rojos desempeñan un papel importante y doble. Por una parte cargan dentro de sí, pegada a la hemoglobina, una porción de anhídrido carbónico que representa el 20 % del total. Por otra parte, hacen que el 80 % restante vuelva a la parte líquida, después de haberlo modificado en tal forma que sea apto para fijarse al sodio del cloruro de sodio que ésta contiene. Así el sodio de la sangre hace como de vehículo del anhídrido carbónico, y forman juntos un cuerpo nuevo llamado bicarbonato de sodio, el cual se deshace al llegar a los pulmones y deja, por un camino inverso, en libertad al anhídrido carbónico, que escapa con el aire espirado, y al sodio que reconstituye al cloruro de sodio.

Estas dos operaciones, carga de anhídrido carbónico en las células del cuerpo y descarga en los pulmones, se suceden continuamente una a otra. Ambas son necesarias para nuestra vida, y su acción dentro del organismo está facilitada por la temperatura que éste posee y por la presencia de les glóbulos rojos.

Pasemos ahora a describir lo que sucede cuando la sangre pura va a alimentar una parte del cuerpo. En la parte fluida de la sangre hay cierta cantidad de carbonato de sodio en disolución. La parte del cuerpo a que se dirige vive, esto es, está en activa combustión, y ha engendrado una cantidad de anhídrido carbónico, la cual debe expulsar. Este anhídrido pasa luego a la sangre y en ella se combina con el carbonato de sodio que allí encuentra, formando el bicarbonato correspondiente, que es devuelto a las venas, por las que, finalmente, llega a los pulmones, invirtiendo en estas operaciones, aun desde la punta de los pies, dos minutos poco más o menos. Una vez en los pulmones, el bicarbonato de sodio se descompone de. nuevo y pierde la dosis extraordinaria de anhídrido carbónico que le viene del cuerpo y que al respirar expelemos.

Así pues, en la sangre queda, como vemos, carbonato de sodio, en disposición de volver a los tejidos para unirse a otras dosis de anhídrido carbónico, y repetir la misma operación, que se sucede en sentido circulatorio, tal como la hemoglobina y el oxígeno. La gran diferencia estriba en que en un caso los tejidos reciben algo que necesitan, mientras en el otro pierden algo de que habían de ser desembarazados. Este es el proceso natural.