La admirable maravilla de las corrientes nerviosas que luego llegan solas al cerebro


No hay palabras para expresar la enorme admiración que inspiran estas cosas tan maravillosas, cuando se medita en ellas.

El hecho de que sean corrientes nerviosas y no corrientes de sonido las que se transmiten por el nervio de la audición, corresponde a una ley general que se cumple en todos los sentidos. No es la luz que se transmite por el nervio óptico. El lugar del cerebro donde vemos está cubierto y vive en la oscuridad más completa; jamás llega hasta allí el más leve rayo luminoso; lo que allí llega es la corriente nerviosa procedente del nervio de la visión. La luz, al penetrar en el globo ocular, no hace más que provocar en los extremos terminales (o mejor de origen) del nervio óptico, las referidas corrientes.

Del mismo modo, el sonido, al penetrar en el órgano del oído, no hace más que provocar corrientes semejantes en las correspondientes extremidades del nervio de la audición o nervio acústico. Y cuando consideramos la inmensa variedad de sensaciones que nos son posibles, no podemos menos de pensar que tales corrientes nerviosas, a pesar de la facilidad y ligereza con que las nombramos, deben ser la mayor complicación y la maravilla mayor del mundo, al lado de las cuales las ondas sonoras o las lumínicas y eléctricas resultan fenómenos muy sencillos.