Cómo localizar, por medio del oído, objetos en la oscuridad


Ciertos dispositivos antes utilizados para localizar aviones en vuelo nocturno, eran una aplicación de los conocimientos anteriores. Se componían de dos gigantescos embudos cuyo vértice se adaptaba a cada conducto auditivo; a ambos embudos se los movía hasta percibir igual intensidad de sonido en ambos oídos; en la actualidad, el radar y el sonar suplen con enorme ventaja esos primitivos dispositivos.

Pero lo que es sorprendente es la explicación de por qué los murciélagos no chocan con ningún objeto durante sus vuelos en la noche. Es sabido que si se colocan varios de estos animales en una jaula, en la que se han tendido alambres en las direcciones más diversas, pueden volar esquivando todos los obstáculos. Al volar emiten con su garganta sonidos agudísimos, imposibles de percibir para el oído humano, pero, en cambio, perceptibles por el propio oído del animal. Este sonido salido de la garganta choca con los objetos, se refleja y es recogido por el oído exactamente como sucede con el eco de nuestra voz. Ahora bien, según las características de este eco, el animal deduce rápidamente la cercanía de los objetos y recoge las impresiones necesarias para dirigir su vuelo sin tropiezos. Basta tapar el oído de un murciélago para que choque en la noche con todos los objetos que encuentra en su vuelo.

La oreja no es inútil siquiera en la especie humana, porque si se tapa toda ella, aun dejando libre el orificio del conducto auditivo externo, que es el canal que desde la oreja conduce a las regiones más internas del oído, oímos con menor claridad. Esta experiencia que puede hacerse con facilidad, nos demuestra que aun en nosotros la oreja cumple las funciones de una trompa colectora de las ondas sonoras, a pesar de que en este respecto es inferior a la de otros animales de escasa inteligencia.

Como ya hemos dicho, de la oreja arranca un conducto, por el que pasan las ondas sonoras. Cuando nos limpiamos las orejas debemos tener cuidado en no hacer la menor violencia al referido canal, pues de no tener esta precaución podríamos perjudicar su extremidad interna. Generalmente este conducto, aunque no se lave con mucha frecuencia se mantiene naturalmente limpio y expedito, pues la piel que le reviste está provista de una serie de glándulas que producen una especie de cera, el cerumen, el cual, al salir al exterior, a medida que se produce, arrastra consigo toda clase de impurezas. Este cerumen suele considerarse como una materia desagradable, siendo en realidad un excelente medio de limpieza y protección. En su extremidad interna el conducto que arranca de la oreja o conducto auditivo externo, está cerrado por completo por una delgada membrana que puede compararse exactamente al parche de un tambor, a la que se ha dado el nombre de tímpano, que significa precisamente tambor, el tambor del oído.