El tubo que dispone de los residuos de nuestros alimentos

Las tres clases de alimentos que necesitan digerirse son las proteínas o albúminas, las féculas o los azúcares -llamados hidratos de carbono o carburos de hidrógeno- y las grasas. El primer grupo se digiere parcialmente dentro del estómago por él mismo; el segundo grupo se digiere también parcialmente en el estómago, pero no por él, y el tercer grupo no se digiere en el estómago. Así, la grasa de la leche, que cuando sube a la superficie la llamamos crema, no sufre gran cambio en el estómago, sino que flota en la superficie de los alimentos, de igual manera que lo hace en la leche. Hay una sola parte del cuerpo que puede digerirla perfectamente y ésta es el intestino.

El intestino es un tubo muy largo, recogido o replegado sobre sí mismo, que empieza donde acaba el estómago y termina en una parte estrecha que se llama recto, en la cual se reúnen y de la cual se desalojan todos los días por las personas sanas los residuos de los alimentos, así como una sustancia llamada bilis, que el hígado envía a dicho intestino. Este asunto no es de aquellos que se prestan a muchas consideraciones; pero es un error manifiesto el calificarlo de impropio, cuando es digno de estudio a todas luces. Es una parte de la maravillosa máquina que mueve el cuerpo humano, y tan perfecta y digna de ser admirada como los latidos del corazón o la respiración.