Los dientes de todas las criaturas están dispuestos para comer el alimento que necesitan


Examinando las mandíbulas del caballo, del hipopótamo, del león y del conejo, vemos que tienen diversas clases de dientes, dispuestos de maneras especiales para sus particulares géneros de alimento. Por eso es tan interesante el estudio de los dientes, y además porque en el examen de los restos animales, los dientes son los que nos enseñan la vida pasada de la Tierra, puesto que muestran los hábitos de aquellos seres. Pues bien, nuestros propios dientes tienen la sorprendente propiedad de estar acomodados para toda clase de alimentación. Todos conocemos la palabra devorar, cuyas dos últimas sílabas significan comer, y con las cuales formamos otras palabras, como carnívoro, herbívoro y omnívoro, cuyo significado es fácil de comprender. Carni viene de caro que quiere decir carne, herbi de herba que significa hierba, y omni de omnis que equivale a decir todo, como ómnibus, que significa “para todos”. Ahora bien, los dientes de casi todos los animales están dispuestos para que éstos sean carnívoros o herbívoros o para que tomen alguna otra comida especial; pero los de la especie humana están acomodados para toda clase de alimentos, es decir, el hombre es omnívoro. Así lo demuestra también la estructura de nuestros órganos digestivos. Estos dos hechos son bastantes para sugerir que el hombre no está dispuesto para vivir de pan sólo, sino de toda clase de alimentos buenos, y esto se prueba, por último, fijándonos en otro hecho natural que nos pertenece, nuestro apetito, que indica la misma cosa. La foca no tiene apetito por los bollos, ni por el azúcar, ni por las nueces, ni por clase alguna de carne roja, sino solamente por los peces; los demás animales tienen de igual modo sus apetitos particulares.