Partida para la grande expedición de la caza del rey de las selvas


Abriéndose paso por medio de la muchedumbre, y acompañado por algunos de sus más valientes amigos, llegó a la estación del ferrocarril y subió los muchos escalones que conducen al andén. Las puertas de la sala de espera tuvieron que cerrarse para impedir la entrada a la gente, mientras nuestro héroe se despedía de sus amigos, haciendo promesas a cada uno de ellos, y apuntando en su cuaderno de notas las varias personas a las cuales mandaría pieles de león. De allí a poco llegó el tren y en poco estuvo que no partiera, antes que el héroe de la estrafalaria vestimenta tuviera tiempo de saltar a un coche lleno de damas parisienses, a las que-espantó horriblemente con sus rifles y armas mortíferas.

La admirable ciudad de Marsella se sorprendió menos de la grotesca figura de Tartarín, con sus escopetas-al hombro, que Tartarín de la ciudad. El mistral, ese fuerte viento que sopla a lo largo del Mediterráneo, estaba en el apogeo de su pujanza, cuando nuestro héroe se embarcó para la tierra de los leones; y pensó ser esto' un feliz augurio, como si los resoplidos del aire trompeteasen una triunfal despedida al héroe de Francia.