Renzo huye de Milán y, bajo el nombre de Antonio Rivolto, se refugia en un molino


Era necesario escapar de Milán sin ser conocido. El joven decidió irse a Bérgamo, donde tenía un primo tejedor como él, que le había ofrecido muchas veces trabajo. Pero no conocía el camino ni osaba preguntar a nadie por él. Por fin, se decidió, y por solitarias veredas, e informándose sólo de las personas que no le parecían sospechosas, llegó a un mesón no lejos de los límites que separaban el territorio de Milán del de Bérgamo; allí supo, por una conversación que oyó, que la justicia andaba buscando a un criminal acusado de crímenes de sedición y asesinato, el cual se había fugado. Tan pronto como pudo volvió atrás, y tomando los más extraviados caminos, llegó a orillas del río Adda, que separa Milán de Bérgamo. Después de pasar la noche en una cabaña desierta, a la mañana siguiente pudo atravesar felizmente el río en la barca de un pescador. Sin otras aventuras llegó a la aldea donde vivía su primo Bartolo, el cual le recibió cariñosamente. No había transcurrido mucho tiempo, cuando se vio de nuevo obligado a ocultarse, porque las autoridades de Milán habían avisado a las de Bérgamo para que descubrieran y entregaran el criminal. Entonces su primo le colocó de mozo en un molino situado a cierta distancia de la aldea con el nombre supuesto de Antonio Rivolto, y a todas las preguntas que se le hicieron respondió tan sólo que no sabía quién era el tal Lorenzo. Así fue que Inés no supo más que lo ocurrido al joven en Milán, pero nada de sus aventuras posteriores.