Margarita muere consumida por las desgracias y la desesperación


Fausto había dado a Margarita un licor, suministrado por su maldito amigo; unas cuantas gotas bastaban para provocar un sueño profundo, y así, cada vez que el enamorado joven acudía a ver a su amada, ésta propinaba aquel brebaje a su madre para que, adormecida, quedase ignorante de sus galanteos. Un día. la anciana no despertó del letárgico sueño.

Margarita estuvo a punto de morir de dolor; pero otra desventura más cruel la esperaba. Volvió su hermano del servicio de las armas y, sorprendiendo cierta noche debajo del balcón de Margarita a Fausto y Mefistófeles cantándole una serenata al son de la guitarra, se echó sobre ellos espada en mano, pero cayó atravesado por el puñal de Fausto, cuya mano había guiado el demonio.

Acudió la gente: Fausto y su misterioso compañero desaparecieron, y la joven Margarita quedó sola con su desesperación.

El doctor fue llevado por el diablo a la montaña Hartz, donde presencio la noche del Walpurgis, en que un regimiento de brujos y brujas, espíritus, diablillos y fuegos fatuos, batallaban con infernal algarabía.

Cuando cesó esta lúgubre visión, el pensamiento de Fausto tornó a Margarita: a toda costa deseaba que Mefistófeles le condujese a ella. Hízolo éste así, pero el desventurado Fausto hallóla con la razón perdida. y próxima a la muerte.

Rechazando al amado, levantó la moribunda los ojos al cielo e invocó al Señor y a sus ángeles. Luego expiró plácidamente.

-¡Está condenada! -gritó el demonio, abalanzándose sobre ella.

-¡Se ha salvado! -entonó una voz desde lo alto.

Y los coros celestes cantaron hosanna jubiloso.