Enriquillo busca inútilmente justicia para sí y los suyos


Muere don Francisco de Valenzuela, y Enriquillo con su joven esposa Mencia va a vivir al Bahoruco, donde Andrés, su rival, intriga secundado por el pórfido Pedro Mojica.

Un día Tamayo le pregunta al joven cacique: “¿Somos encomendados, todavía? Eso debe arreglarse pronto. Confiado en las zalamerías del señor Andrés, vas a sufrir un desengaño. Escribiré al padre Las Casas, consultándole.” Así lo hizo con toda cautela, pero el protector de los indios no tomó precauciones y su respuesta cayó en poder de Valenzuela; Mojica hizo servir esa carta como arma venenosa contra el joven cacique. Mientras tanto, el atrevido Andrés Valenzuela, en ausencia de Enriquillo, tenía la osadía de requerir de amores a Mencia; mas fue rechazado con desprecio. En todo el Bahoruco, Enriquillo y su gente son perseguidos: los visitadores, el escribano, Andrés Valenzuela, Mojica, Badillo... todos se confabulan contra él. El cacique envía al joven naborí Galindo a la capital, a solicitar protección. Vuelve con un desolador mensaje: Las Casas ha marchado nuevamente a España a seguir sus pleitos. La virreina le envía a decir que los enemigos son más poderosos que nunca. Finalmente, como el cacique, quo se considera hombre libre, se niega a servir a Andrés, éste lo lleva ante los tribunales, donde Enriquillo debe escuchar la siguiente sentencia: “Ya lo oís, cacique. Serviréis a Valenzuela con todos los indios igual que las otras cuadrillas de la Maguana; de no, se os impondrá severo castigo”. Enriquillo se dirige a Andrés:

-A vos que sois el responsable, os tocaba explicar el error en que se hallan estos señores. Valenzuela os encargó al morir que me considerarais como vuestro hermano. Yo soy libre como lo son los indios de la Higuera. El aludido se hizo el desentendido, entonces Guarocuya exclamó:

-¿Y este documento nada vale? -Y sacó de su jubón la copia que le diera Las Casas con las instrucciones, llevada para redimir a los indios.

-¿Y eso qué tiene que hacer aquí?

-¡Aquí se declara que los indios son libres!

-¡Pues este escrito y el que lo firma no valen nada aquí! -declara el juez y hace pedazos las instrucciones reales.

Valenzuela, que quiere por todos los medios cumplir sus propósitos, visita a escondidas, acompañado del solapado Mojica, a Mencia, instándola a que firme un escrito que hace aparecer al cacique culpable de penitencias, privaciones y malos tratos. Quieren arrancarle la firma por la fuerza, pero ella se niega y pide socorro a gritos. Sus servidores leales, Camacho, Galindo y Anica, los expulsan a palos.

Ya la persecución se torna cada día más insoportable, tanto que puede sintetizarse así: “¿Dónde vas, Enriquillo?” -Queda tranquila, cielo mío, voy a ver si hay justicia en la Maguana. ..- “¿Dónde vas, Enriquillo?” -Voy a ver si hay justicia en San Juan...- “¿Y si no la encuentras?” -La iré a buscar a Santo Domingo.

Después de un mes de buscarla, lo único que obtiene es que el gobernador Badillo lo humille:

-¿De dónde os viene esa arrogancia, cacique?

-Ésa es la justicia que siempre esperé de vos...

-¡Alguaciles...! ¡Llevad a ese deslenguado a la cárcel!