En medio de la estancia hallábase un hombre puesto a cuatro pies...


Y se casaron, a poco, y fueron felices ...

Cuatro años después, el atrabiliario personaje ha heredado el título y la fortuna de su primo, el marqués de Tomillares... Cierto día, un amigo que no lo veía desde largos años, se presentó a visitarlo y, entregando su tarjeta al portero le dijo:

-Hágame usted el favor de avisar que le pasen recado de que aquí está su amigo T...

-Suba el caballero... En la biblioteca lo encontrará. Su Excelencia no gusta de que le anunciemos las visitas, sino de que las dejemos entrar como a Pedro por su casa.

-Afortunadamente -exclamó para sí el visitante, subiendo la escalera-yo me sé de memoria la casa, aunque no me llame Pedro... ¡Conque en la biblioteca...!, ¿eh? ¡Quién había de decir que el Capitán Veneno se metiese a sabio!

Cuando hubo recorrido aquella persona varias habitaciones, encontrando al paso a nuevos sirvientes que se limitaban a repetirle: “El señor está en la biblioteca...”, llegó al fin a la historiada puerta de tal aposento, la abrió de pronto, y quedó estupefacto al ver el grupo que se ofreció ante su vista.

En medio de la estancia hallábase un hombre puesto a cuatro pies sobre la alfombra: encima de él estaba montado un niño como de tres años, espoleándolo con los talones, y otro niño como de año y medio, colocado delante de su despeinada cabeza, le tiraba de la corbata, como de un ronzal, diciéndole en su media lengua:

-¡Arre, mula!