El aeróstato de Santos Dumont contornea la totte Eiffel


Fundábase por esos días el Aero Club de Francia. En una de sus reuniones propuso Deutsch de la Meurthe, uno de los más entusiastas propulsores, la institución de un premio de cien mil francos al primer aeronauta que lograse rodear en vuelo la torre Eiffel y regresar al punto de partida -Saint Cloud- en un tiempo máximo de treinta minutos; sería la prueba definitiva de la posibilidad de dirigir los globos.

Santos Dumont trabajaba entonces en su globo número 4, más perfeccionado: tenía 29 metros de largo y almacenaba 420 metros cúbicos. Lo impulsaba un motor de petróleo, de dos cilindros y una potencia de nueve caballos. Aunque no logró realizar la prueba, conquistó un premio de aliento.

Tras nuevos estudios y nuevas experiencias, construyó otro, el quinto de la serie, y con éste, en la madrugada del 12 de julio de 1901, dio una vuelta en torno a la torre Eiffel: la dirigibilidad de los aeróstatos quedaba asentada, y el joven brasileño inscribía para siempre su nombre en los anales de la aeronáutica mundial. La noticia se expandió, mediante la prensa, por todo el mundo. Thomas Alva Edison, el genial inventor estadounidense, le telegrafió felicitándolo por el éxito logrado, y poco después le envió una fotografía con la siguiente dedicatoria: “A Santos Dumont, el pionero de los aires. Homenaje de Edison.”

Varias veces repitió la prueba Santos Dumont; pero para ganar el premio era necesaria una demostración en presencia de la comisión científica designada por el Aero Club de París. El día 19 de octubre de 1901, ante una multitud de curiosos, el intrépido aeronauta partió de Saint Cloud, contorneó la torre Eiffel y volvió al punto de partida en 29 minutos y 30 segundos: la hazaña quedó oficialmente registrada.

A los 28 años su nombre era mundialmente famoso; después construyó nuevos globos dirigibles, uno de los cuales, llamado por los parisienses ómnibus aéreo, pudo haber servido de modelo a los dirigibles del futuro: los zepelines.