Las primeras exploraciones en el nuevo mundo. Descubrimiento de las islas de Cuba y Haití


Fue en la mañana del 12 de octubre de 1492 cuando Colón sentó por primera vez sus plantas en el Nuevo Mundo. Al llegar a la playa, arrodillóse, besó la tierra y lloró de alegría, mientras elevaba una oración de acción de gracias al Todopoderoso. Sus compañeros pusieron en alto un crucifijo y entonaron el Tedeum, y entonces Cristóbal Colón tomó formalmente posesión de la isla en nombre de España, bautizándola con el nombre de San Salvador. Esta isla debe de ser, probablemente, la que hoy es conocida con el nombre de Watling. Según sus cálculos, aquélla debía de ser una isla próxima a la costa del Japón, pues pensaba haber llegado a Oriente navegando hacia Occidente. Creía hallarse en el extremo de Asia opuesto al lugar de la unión de este continente con el europeo; pero, en realidad, lo que había descubierto eran las islas Bahamas.

¿Dónde estaban, empero, la opulencia y el esplendor de los pueblos orientales? ¿dónde el oro y las piedras preciosas? ¿dónde los ricamente ataviados habitantes de Japón? En vez de todo esto no halló más que salvajes desnudos, de piel cobriza, pintarrajeada con mil extraños dibujos. Juzgando por su color, creyó que debían de pertenecer a la raza que puebla la India, pues tanto ésta como China debían de hallarse, a su juicio, por aquellas regiones. Por eso llamó indios a los naturales; y a todo el grupo de islas descubiertas en los primeros viajes diósele el nombre de Indias Occidentales, para distinguirlas de las Indias Orientales, de las cuales las separa en realidad la distancia de medio mundo.

Los naturales tuvieron al principio gran miedo a los recién llegados, a quienes lomaron por dioses, y a sus embarcaciones por mágicas creaciones, surgidas del fondo del mar para aniquilarlos. A Colón sorprendióle también todo lo que vieron sus ojos. Había esperado encontrar las ciudades, populosas y magníficas, las incalculables riquezas descritas por Marco Polo, acumuladas en esta isla de la India o de Japón. Observó que algunos indígenas llevaban ornamentos de oro. Preguntóles, por señas, en dónde lo obtenían, y ellos le señalaron hacia el Sur, confirmándolo de esta suerte en su creencia de que el país que él buscaba encontrábase en esta dirección y a corta distancia ya. Tras una breve permanencia, diose de nuevo a la vela con ánimo de encontrar el verdadero país del oro; pero lo primero que descubrió fueron las islas que hoy día conocemos con los nombres de Cuba y Haití. Para él, Cuba era, sin duda, parte del continente asiático: China, es decir, el célebre Catay de Marco Polo.