El asalto al castillo después de una jornada de bombardeo


Desde hacía varios años en el Castillo de Chapultepec se encontraba instalado el Colegio Militar, que contaba escasamente con un centenar de alumnos. Triunfante el invasor, se dispuso a emprender el ataque contra él, a cuyo efecto emplazó una batería en la Hacienda de la Condesa y otra en lo que a la sazón era el Arzobispado de Tacubaya, desde cuyos puntos podía batir fácilmente la parte alta del Castillo. Dada la situación estratégica de éste, se dispuso que los alumnos abandonaran el plantel, pero doce de éstos solicitaron permanecer en el edificio, que habían jurado defender, y con seiscientos hombres que habían llegado para reforzar la guarnición se pusieron a abrir trincheras y alistar pertrechos, a las órdenes del general Nicolás Bravo, glorioso héroe de la guerra de independencia, en tanto que los restantes se incorporaron a las fuerzas que defendían el Jardín Botánico. Los muchachos, que habían abrazado la carrera de las armas apenas hacía cuatro meses, fueron los primeros en ofrecerse para cualquier misión, por peligrosa que fuera.

El alumno Juan de la Barrera, teniente de Ingenieros, fue destinado a la defensa del hornabeque o fortificación exterior, en las afueras del Castillo. Agustín Melgar, ex-alumno, se presentó a solicitar su reingreso al tener noticias del peligro que corrían sus compañeros, y fue enviado a reforzar las defensas del interior del Castillo, igual que los alumnos Fernando Montes de Oca y Francisco Márquez, el benjamín del grupo, quien sólo contaba trece años, mientras que sus compañeros frisaban en los dieciocho.

Al alba del día 12 de setiembre, las baterías enemigas abrieron fuego contra el Castillo. Los cañones rugieron sin interrupción durante toda la jornada, ocasionando serios destrozos en las fortificaciones y fábrica del Castillo. Al día siguiente, tras un intenso bombardeo, la infantería enemiga se dispuso a emprender el asalto de la fortaleza, escaló cautelosamente las laderas sur y poniente del cerro y, a las diez de la mañana, estaban en el Castillo. Los cadetes firmaron con sangre su heroico destino.

Seis alumnos posesionáronse de una sala, desde la cual hacían nutrido fuego sobre el invasor, cuando fueron sorprendidos por un pelotón enemigo, dispuesto a hacer fuego sobre ellos y sobre varios jefes y oficiales que estaban heridos. Los alumnos, viendo que toda resistencia sería inútil, y por salvar la vida de los indefensos, arrojaron contra la pared los fusiles. Veamos ahora cuál fue la suerte de los otros seis heroicos cadetes.