LA HEROÍNA DE ZARAGOZA


Desde los comienzos de la primavera hasta últimos de otoño, pululaban los soldados franceses por los Pirineos. Murat había entrado en España y habíale seguido el propio gran emperador Napoleón, para ejercer su voluntad en el trono de San Fernando y hacer coronar a su hermano José como rey de España. Napoleón, empero, no había contado con lo más importante de todo, el patriotismo de que estaba imbuido uno de los pueblos más altivos de Europa. Halló bien pronto levantado en armas contra él y su ejército a todo el país, desorganizado y falto de disciplina, es cierto, pero el espíritu de odio que lo animaba contra el invasor era más temible de lo que podía esperarse.

Durante el verano las tropas francesas pusieron sitio a Zaragoza, y comenzó entonces una lucha tenaz y terrible. El 2 de agosto de 1808, fingieron los franceses ataques contra dos de las puertas de la ciudad y dirigieron al mismo tiempo un alud de granadas contra una batería llamada de Santa Engracia, emplazada en un convento de este nombre, que inutilizaron y en la que mataron a todos sus defensores. Un parlamentario enviado por el general francés llevó el siguiente mensaje dirigido a don José de Palafox, capitán general de Aragón:

“Cuartel general de Santa Engracia. Paz y capitulación”.

Y la breve respuesta que le envió Palafox, fue:

“Cuartel general de Zaragoza. Guerra y cuchillo”.

Apoyáronle los ciudadanos todos declarando que se defenderían hasta morir y perecerían todos antes de rendirse. Presentóse entonces el terrible conflicto que había de ser solucionado cuerpo a cuerpo. Levantáronse innumerables barricadas y defendieron los españoles la ciudad con tal tesón, que antes de transcurrir once días retiráronse los franceses desalentados.

Contentos de semejante tregua, dedicáronse los zaragozanos con entusiasmo a fortificarse de nuevo, preparándose para el largo sitio que de seguro no tardarían los franceses en repetir. El 20 de diciembre apareció por segunda vez el ejército francés ante los muros de Zaragoza y pusieron cerco a la ciudad; el sitio duró dos meses; y como el hambre y la fiebre hiciesen grandes estragos entre la población civil, viéronse obligados los sobrevivientes a firmar una honrosa capitulación.

Durante este segundo sitio, Agustina, conocida con el nombre de La Heroína de Zaragoza, consiguió merecida fama. Muerto su prometido al pie de la batería, corrió a sustituirlo. Don José de Palafox, comandante general de la ciudad, y un fraile agustino, están apuntando el cañón que descansa en una de las troneras del convento de Santa Engracia. Muchos son los hechos heroicos llevados a cabo por Agustina de Aragón en aquel memorable sitio. Por esto se venera su memoria, tanto como la de don José de Palafox.


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