EL POETA DE LOS YARAVÍES


En la ciudad de Arequito, Perú, nació en 1791 Mariano Melgar, hijo de español e india.

Desde muy niño, el mestizo demostró poseer inteligencia aguda y fina sensibilidad. Para no contrariar los deseos de sus padres, el joven se inclinó por la carrera eclesiástica, y tuvo el honor de que le confiriera la tonsura el obispo de Arequipa.

Su vocación no era, sin embargo, la religión sino el derecho; así fue como, siguiendo su verdadera inclinación, abandonó los hábitos religiosos y marchó a Lima para estudiar leyes.

En esos años, una hermosa joven peruana despertó en Melgar una ardorosa pasión que inundó su vida y despertó su fina sensibilidad de poeta.

El joven vate intentó revivir el género poético de los antiguos incas: el haravec, y produjo, con bastante acierto y emoción, una serie de composiciones de género popular: los yaravíes. Estas canciones, con música indígena, fueron cantadas con entusiasmo por la gente del pueblo. Aun hoy suelen escucharse por las quebradas del altiplano estos cantos llenos de melancolía.

El acendrado cariño a su tierra nativa y la conciencia de la libertad de su patria lo hicieron enrolar en la sublevación de los indios de las provincias de Cuzco, Huamanga y Arequipa que, bajo la dirección del caudillo Pumacahua, aspiraban establecer la total independencia del Perú.

El virrey Abascal encomendó al general Ramírez llevar una guerra de exterminio para abatir los esfuerzos de aquellas multitudes de indígenas y criollos poco menos que inermes. Sobrevino la batalla de Humachiri, en la que fueron vencidos los nativos. Tomados prisioneros, con una gran cantidad de patriotas, Melgar y Pumacahua fueron sentenciados a muerte y puestos en capilla.

Como el sacerdote encargado de prestarles consuelos espirituales hiciera algunas consideraciones políticas, Melgar le dijo con altivez:

-Padre, no es éste el momento de hablar de política ni de cosas de este mundo. Vine a este sitio preparado para morir, pero usted me ha distraído. ¡Que me den un cigarro!

Después de haber fumado la mitad de él, volvió a su anterior serenidad, dijo tranquilamente que estaba dispuesto a morir y afrontó la ejecución con firmeza varonil. Tenía 23 años.

Los poemas de Melgar son repetidos de boca en boca y divulgados por las mozas y mozos de los pueblos, porque ellos interpretan sus esperanzas, sus desdichas y sus ilusiones. Melgar, cuya vida y carrera estuvieron consagradas por entero a servir con entereza y riesgo las ideas de la libertad de Perú, ha pasado a la historia de su patria, con el nombre de El poeta de los yaravíes.


Pagina anterior: LAUTARO
Pagina siguiente: VALOR Y ABNEGACIÓN DE UN MÉDICO