EL HEROÍSMO DE GRACIA DARLING


Terrible tempestad sorprendió al vapor Forfarshire, el 6 de septiembre de 1838, hallándose en alta mar a la altura de cabo Spurn, en su travesía de Hull a Dundee.

Aun con el tiempo más hermoso, el buque, con sus calderas agujereadas, no era muy seguro; pero al sobrevenir furiosa la tempestad y voltearlo y sacudirlo entre las olas, gigantescas como montañas, produjéronse grandes grietas, y por ellas penetró el agua, que apagó los fuegos e hizo ingobernable el buque. La tripulación se apresuró a recoger las velas y achicar, pero cada vez se reducía más el espacio que quedaba a flote. Al cerrar la noche, el vapor, en medio de la oscuridad, se hallaba a merced de la borrasca, y a las doce se veía el gran faro de Farne, en la costa de Northumberland, avisando a los desgraciados marinos el terrible peligro que corrían, sembrada como estaba dicha costa de rocas, que se hundían a centenares de brazas de profundidad.

Sobre aquellas rocas se estrelló el buque, con su aterrada tripulación, y quedó deshecho y partido en dos. La parte de popa se hundió en el abismo, con cuarenta personas, mientras la proa, con nueve marineros y pasajeros, asidos a los restos del naufragio, se hallaba sobre las rocas, barrida por las olas y azotada por el fuerte viento.

Fácil es comprender el terror de que todos estaban poseídos, esperando que llegara el día e invocando al cielo para su salvación. Al rayar el alba, pudieron ver a una milla de distancia el faro de Longstone, construido en la isla más exterior del grupo, en el cual habitaba como torrero un viejo marino, curtido por las tempestades, llamado Darling, en compañía de su mujer y de su hija Gracia. Ninguno de los tres había dormido en toda la noche, pues las olas se rompían con fragoroso estruendo contra las rocas y barrían la linterna que se elevaba sobre el mar.

Cuando clareó lo bastante, Gracia subió al faro con el anteojo. Allá lejos, en medio del mar furioso, vio a aquellos nueve pobres náufragos-abrazados a los restos del buque. Conociendo harto bien que al llegar la pleamar y rugiendo aún la tempestad, iban a perecer todos, la valiente muchacha decidió intentar salvarlos. Su padre y su madre procuraron persuadirla de que iba a exponerse a una muerte cierta; pero ella dijo: -Si mi padre no quiere venir, iré yo sola.

Al ver que su determinación era irrevocable, le ayudó su madre a echar al agua el bote del faro, en el cual se embarcaron la valiente niña y su padre, y remaron hacia el buque náufrago, donde nueve hombres tenían en peligro la vida. Indómitos ante el terrible riesgo, luchando contra los vientos y las revueltas aguas, lograron poner en salvo y en seguridad a las nueve victimas.

La historia del heroísmo de Gracia Darling se difundió al punto por toda Gran Bretaña y por el mundo entero. El pueblo, generoso, envió dinero y regalos a la valerosa niña; y hubo muchos que emprendieron largos viajes para conocerla.


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