EL ÁRABE PATRIOTA DE ARGELIA


Abd-El-Kader, nombre que significa "siervo de Dios poderoso", era un árabe de Argelia, nacido en 1807, y hombre de notable carácter, de elegante y airosa figura y de gran fuerza y resistencia físicas. Nadie lo aventajaba en valor, poseía elevada cultura y nobilísimo concepto del deber y del honor. Ejercía también

gran influencia benéfica sobre todos aquellos con quienes trataba. A los veintiséis años dejó su vida de estudio y de meditación religiosa para guiar a su pueblo como sultán contra los invasores franceses, y durante catorce años procuró libertar a Argelia del yugo extranjero, y formar una gran nación de raza árabe.

Solo, o con algunos pocos jinetes, se presentaba en una apartada región de las montañas del Atlas, o en el Sahara, y hacía que se le uniesen millares de guerreros. Cuando los franceses preveían un ataque por retaguardia, los acometía de súbito por el frente. Sabía hacer blanco con precisión aun corriendo jinete en su negro caballo árabe, veloz como un rayo, y desmontaba a veces para entrar en una ciudad e incitar a la población a defender el país y la religión. Trataba a sus prisioneros como a huéspedes y les daba dinero, ropa y comida, cosa digna de notarse, pues antes los árabes los mataban. Una vez sus soldados hicieron prisioneras a algunas mujeres y al presentárselas las puso en libertad, exclamando airado: "Los leones atacan a los animales fuertes, solamente los chacales se arrojan sobre los débiles".

Abd-el-Kader y sus valientes secuaces carecían muchas veces de suficiente comida, o galopaban varios días seguidos por los desiertos arenosos. En una ocasión, en que estaban comiendo bellotas, unos amigos le presentaron una oveja descarriada.

-Llevadla a mis soldados, que están desfallecidos -dijo.

Pero los recursos de Francia eran ilimitados y si bien fueron enviadas inútilmente muchas tropas al principio de la campaña, por fin cien mil soldados disciplinados lograron vencer al pequeño resto de las fuerzas árabes. Aun entonces, cuando Abd-el-Kader vagaba, ya casi sin partidarios, era tal el terror que su nombre infundía, que los franceses tenían que sostener en pie de guerra un ejército bastante numeroso.

Aquel valiente no se rindió hasta que en 1847 su causa llegó a ser extremadamente desesperada, pero lo hizo con la condición de que él y su familia podrían vivir a su elección en Alejandría o en San Juan de Acre. Esta promesa quedó incumplida, pues fue retenido en Francia como prisionero durante muchos años. Le ofrecieron riquezas, un castillo y guardia de honor; todo lo rehusó indignado y pidió a Francia el cumplimiento de la palabra dada. En 1852 Luis Napoleón hizo cumplir el compromiso.

En 1860 los turcos se amotinaron contra los cristianos de Damasco, donde vivía a la sazón Abd-el-Kader, quien, con algunos soldados argelinos, salvó la vida Al5.000 personas, por lo cual desde aquel tiempo llovieron sobre él honores y distinciones, hasta su muerte, acaecida en 1883.