El lavado de la señorita pata


El señor Conejo era una criatura sumamente astuta, que siempre jugaba pesadas tretas a los señores Zorro, Lobo y Oso, porque eran enemigos suyos; pero a la señora Tortuga y a la señorita Pata las solía tratar con gran deferencia.

Cierta tarde hallábase a la sombra de un arbusto viendo cómo la señorita Pata hacía el lavado de la ropa de la semana, cuando de pronto se asomó sobre el vallado la vieja y fea cara de la señora Zorra.

-Esta noche -dijo a la señorita Pata- te debes poner bien en alto a dormir, porque la señora Zorra vendrá a echarte la zarpa.

-¿Sí? -respondió azorada la señorita Pata-, ¿qué he de hacer? ¿Cómo podré salvarme?

-Una cosa muy sencilla -replicó el señor Conejo-; tú te pones en lo alto de una viga, y en la percha en que sueles dormir colocas un lío de ropa de la que has lavado.

Hízolo así la señorita Pata, y además envió un aviso al señor Perro, el cual prometió que iría a velar junto a ella, sin falta.

Un poco antes del alba la señora Zorra se deslizó suavemente, empujó la puerta y miró al interior; viendo una cosa blanca en la percha de la señorita Pata, le echó la zarpa, la sujetó con la boca y echó a correr; pero el señor Perro que estaba alerta, apretó tras ella, y habría apresado a la señora Zorra a no soltar ésta las ropas que en vez de la señorita Pata se llevaba.

Por la mañana se divulgó que la señora Zorra había querido robar la ropa lavada de la señorita Pata, y así se ganó la fama de solemne ladrona que goza entre los animales.


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