HISTORIA DE DARÍO Y EL CABALLERIZO


Cierto día Darío, rey de Persia, salió de caza y, una vez en el campo, perdió de vista a los de su séquito. Un caballerizo se le acercó corriendo al verle, y el Rey, tomándolo por un enemigo, cogió un arco y se disponía a tirar, cuando el hombre gritó:

-Deteneos, oh, Rey; yo no soy vuestro enemigo, ni vengo a haceros ningún mal. No me matéis. Soy el encargado de cuidar vuestros caballos y por eso me encuentro en esta campiña.

Vuelto el Rey de su asombro, sonrió y dijo al caballerizo:

-Da gracias al Cielo, que se ha compadecido de ti, pues de lo contrario hubiera disparado mi flecha.

-No demostráis ni sabia admiración ni buen juicio -repuso el caballerizo-, al no diferenciar un amigo de un enemigo. Los poderosos reconocen a los humildes. Digo esto porque muchas veces me habéis visto ante vuestra presencia y me habéis hecho preguntas relativas a los caballos y su comida. Y ahora que me presento ante Vos en el campo, me tomáis por un enemigo.

Yo he sido más listo que Vos, pues siempre he podido reconocer un caballo entre mil. Conoced a vuestro pueblo, oh, Rey, como yo conozco mis caballos.

Desgraciado es el reino en el cual la sabiduría de un ganadero sobrepasa a la de un rey.