EL LABRADOR Y SU PERRO


Un labrador pobre, que vivía a orillas del Nilo, tenía un perro al cual había hecho pasar hambre algunos días, porque no disponía en casa de alimento de ninguna clase. Al otro lado del río había un pueblo en donde cualquier perro acostumbrado a merodear podía arreglárselas para vivir desahogadamente. El mencionado perro conocía perfectamente aquel lugar, por haber ido más de una vez en bote con su amo; pero reconocía que era peligroso atravesar a nado el ancho río, lleno de cocodrilos.

Con todo, viéndose apremiado por el hambre, se arriesgó por fin a cruzarlo. Llegó al pueblo, y encontró buena y abundante comida.

Pero su felicidad no era completa. Cariñoso de suyo, el perro empezó a sentir la separación de su amo, y esta tristeza lo atormentó tanto o más que el hambre que había pasado poco antes. Al fin resolvió volver a su casa. Pero ¿cómo arreglárselas para repasar el río con seguridad? A veces pasaba un bote por allí, y el animal bien procuraba meterse en él, pero el barquero lo ahuyentaba inmediatamente. Un día, hallándose el perro a la orilla del río, al presenciar la partida de una barca rompió en aullidos, y los cocodrilos, atraídos por los lamentos del animal, llegaron nadando al sitio en donde se hallaba, creyendo que sería fácil apoderarse de él. Este incidente sugirió al perro una ingeniosa estratagema para escapar con seguridad. Volvió al anochecer a la orilla del río, y se puso de nuevo a aullar con tan tristes lamentos que los cocodrilos volvieron otra vez al mismo sitio, esperando hallar una fácil presa. Pero mientras los cocodrilos estaban atisbando por todas partes, el perro se alejaba por entre las malezas de la ribera; y, cuando estuvo como a unos doscientos metros de distancia, teniendo ante sí un claro libre de cocodrilos, se metió silenciosamente en el agua y así pudo llegar a la casa de su amo.