DESDE LO MÁS HONDO


Profundamente preocupado caminaba un hombre por el campo. Tanta era su distracción que, de pronto, cayó rodando al fondo de un pozo, y se desvaneció a causa del terrible golpe recibido.

Cuando volvió en sí, gritó pidiendo socorro. ¡Inútil esfuerzo! Trató de subir, pero las paredes verticales y duras impidieron su propósito. No se desanimó por eso; sentóse a pensar y trató de solucionar el problema de su permanencia en aquel lugar, donde difícilmente recibiría ayuda.

De pronto, se puso decididamente de pie y, como si las dificultades hubieran aguzado su ingenio y dado fuerzas a su cuerpo, sacó de uno de sus bolsillos un cortaplumas y se puso a romper las paredes del pozo.

A cada golpe del instrumento caía una lluvia de terroncillos. Hora tras hora, el desdichado trabajó infatigablemente toda la noche, y la tierra que se iba acumulando bajo sus pies, lo aproximaba, poco a poco, cada vez más a la boca del pozo.

Y cuando las luces del nuevo día iluminaron la comarca, se destacó al borde del pozo la figura del hombre que supo elevarse por la sola virtud de su propio esfuerzo.


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