La fusión nuclear libera una enorme energía


El hidrógeno, el helio, el litio, etc., o sea los elementos más livianos de la tabla periódica, pueden liberar energía mediante el proceso conocido como fusión nuclear.

Para comprender en qué consiste la fusión nuclear vamos a hacer una comparación. Supongamos tener dos gotitas de agua sobre una superficie lisa, si las vamos aproximando una a otra, llegará un momento en que, de pronto, se unirán bruscamente formando una sola gota.

Algo parecido ocurre con los núcleos atómicos de los elementos livianos cuando se aproximan suficientemente. En efecto, también éstos, como las gotitas anteriores, se unen para formar un nuevo núcleo. A este fenómeno se lo denomina fusión nuclear, y su importancia radica en que al producirse la fusión de dos núcleos para formar uno nuevo queda liberada una gran energía. Ésta proviene del hecho siguiente: la suma de las masas de los dos núcleos separados es mayor que la masa del núcleo que resulta de la fusión, o en otras palabras, ha ocurrido, al fusionarse, una disminución de masa, la cual se ha transformado en energía.

Pero, preguntamos, ¿por qué no ocurre la fusión de los núcleos, normalmente cuando, por ejemplo, tenemos hidrógeno en un recipiente? ¿En qué condiciones se produce la fusión? Para responder a estas preguntas debemos recordar que en los núcleos existen partículas con cargas eléctricas positivas, los protones, y como bien sabemos, cargas eléctricas de igual signo se repelen. Es fácil comprender entonces que, por sí solos, dos núcleos nunca podrán aproximarse lo suficiente como para producir la fusión, pues la repulsión eléctrica lo impedirá. Es obvio, por lo tanto, que si queremos que dos núcleos se aproximen hasta que se fusionen, deberemos entregarles una energía tal que logre vencer la repulsión eléctrica. Esto puede hacerse de dos maneras: por bombardeo nuclear, o sea disparando un núcleo contra otro, acelerado por poderosas máquinas, o bien, mediante la termofusión, es decir, aprovechando la agitación térmica producida por el calor. Pero ambos métodos tienen serias dificultades; el primero, además de exigir costosas máquinas, está lejos de producir energía en escala aprovechable; el segundo impone alcanzar temperaturas fantásticas, del orden de las que existen en la superficie del Sol. El interés es, sin embargo, enorme, pues la energía liberada en la fusión nuclear es mucho mayor que en la fisión.